miércoles, 25 de mayo de 2016

Primer recital de Poesía solidaria (Asilo de La Laguna)


El martes 24 de mayo de 2016 quedará por siempre marcado en la memoria de los miembros de la tertulia de los martes del Club de creación literaria Alisios de verso y prosa, como un día muy especial.



Nuestra tertulia se trasladó, casi al completo, al Asilo de La Laguna, invitados por Zoraya Pacheco, para compartir poesía recitada y cantada con los abuelos allí ingresados.
La experiencia no ha podido ser más gratificante. Ver sus caras interesadas y pendientes de cada palabra, sentir sus aplausos, y que después de finalizado el acto nos hayan hecho llegar su agradecimiento por esa tarde compartida… No tiene precio. Nosotros sí que les estamos agradecidos a ellos por todo lo que nos transmitieron ese día.

 

Al agradecimiento a Zoraya y al la directiva del Centro por dejarnos organizar allí nuestro primer recital de Poesía solidaria, quiero unir mi reconocimiento a los compañeros que lo hicieron posible poniendo su voz y sus manos a disposición de la felicidad de los abuelos. Recitaron: Candelaria González, Carmen Margarita González, Mercedes González, Carlota Sosa, Jesús García, Emma Coello, Mercedes Reyes y Luisa Chico. Matale Arozena, Chema Muñoz y Carlos Chico pusieron la nota musical a la tarde interpretando sus canciones.
Candelaria González recitaría un poema del compañero Francisco Murcia titulado: Una flor en el camino.

  

Por qué complicarnos la vida con difíciles cuestiones,
por qué buscar en la ciencia
lo que de forma tan fácil, tan evidente y tangible
nos ofrece la conciencia.
Solo necesitamos pararnos un poco,
detener nuestro ajetreo,
cerrar con dulzura los ojos,
permanecer en silencio
mientras nuestro corazón
nos desvela los secretos
que por ignorados yacen
en un escondido rincón
donde la razón no alcanza,
pero si los sentimientos que emanan del corazón.

Por eso, Ángeles, te comprendo.
Siente, siente, sobre todo siente
el mundo a tu alrededor.
Aléjate del constante y engañoso parpadeo
de las luces de neón,
y contempla extasiado la belleza que Dios puso
en una solitaria flor.
Párate, no seas iluso, contempla la humilde flor,
cierra un momento los ojos,
siéntela en tu corazón,
pues sus pétalos te muestran
lo que la razón no entiende:
el orden y la belleza de toda la creación.
Párate, no seas iluso,
cierra un momento los ojos
y abre tu corazón,
pues Dios te manda un mensaje
escrito está en esa flor.

©Francisco Murcia

Carmen Margarita recitó, acompañada de la guitarra de Carlos Chico, su poema: Antología a la guitarra.

 

  (texto pendiente)

Mercedes González nos trajo después otro poema de Francisco titulado: Palabras.

  

Palabras, palabras, palabras,
solo palabras.

Unas tan pesadas como rocas,

otras, tan livianas como el viento,
unas queman como el hierro al rojo vivo;
otras,
por el contrario, 
son frías
como el rocío a las primeras luces del alba,
como la escarcha que cubre los campos en el más gélido invierno.
Algunas pasan y ni siquiera te arañan,

otras te cortan el alma como afiladas navajas.
Las hay que vuelan, como las nubes,
como la lluvia que abre las flores en la hermosa primavera;
pero hay otras que te arrastran por la tierra,
que te cubren de lodo,
que te ensucian,
que te hieren,
que te queman las entrañas.
Queman las que quedan dentro sin ser pronunciadas nunca,
pesan las que pronuncias
aunque nadie las escuche
porque son los eslabones de las cadenas que cargas.
Palabras, palabras, palabras,
solo palabras,
nada más que palabras,
unas se las lleva el viento,
otras son rocas pesadas que te aplastan con el tiempo.
Pero son tuyas todas ellas,
todas nacieron en ti.
Unas fueron pronunciadas,
otras se quedaron dentro,
Estén donde estén,
fuera o dentro,
solo son eso: palabras,
los reflejos del espejo donde se mira tu alma.

©Francisco Murcia

Carlota Sosa y su dulce voz nos llevó hasta su mundo mágico recitando: Sensibilidad.


  

La sensibilidad es un mar
que une todo cuanto existe.
Desde la piedra que vibra
a la luz del sol que brilla,
hasta el hombre que es sensible
y percibe otras orillas...
Cuan más vulnerable eres
más comprendes a otros seres.
Te muestras ante sus ojos,
y no juzgas sus reflejos
al mirarte en ese espejo.
¿Soy sensible a lo que piensan, 
a lo que dicen de mí cuando me juzgan?
¿Qué me mueve y me conmueve?
¿Es el amor, el servicio,
el querer destacar en cada oficio,
el afán de conocer
o conocerme?
¿Sensible o sensiblería?
¿Qué emociones son las mías?
¿Quiero ver tu aprobación?
¿Duelen risas contenidas 
desde otros a mi ego?
Sentirse juzgado
da un referente
de lo que sientes.
Vuelve a ti mismo,
al padre, a la madre,
al origen del abismo.
Al recorrer los senderos
de este tiempo pasajero,
muchos viajes sin maleta,
muchas idas y venidas,
algún ¡te quiero!
Cambios frecuentes de traje.
Caer vencida.
Dolor de oruga
antes de ser mariposa.
¿Qué nos impulsa a emerger
de ese mar sentimental,
romper cadenas de ignorancia,
desgarrar programaciones,
dependencias...
para volver a ese estado
de inocencia?
Señor.
Cuando decías
sí no sois como niños, 
no entraréis en el reino 
de los cielos.
¿Estabas hablando en serio?
Sé que sí, 
aunque la inocencia duele.
La sensibilidad duele.
Quiero ser tu aprendiz.
Al fin y al cabo, eres mi centro;
eres mi corazón roto y abierto;
eres mi ángel, mi huerto,
la tierra donde experimento.
¿Qué me mueve y me conmueve?
Buscaré siempre hacia adentro.

 ©Carlota Sosa

Jesús García, nuestro tertuliano más longevo, nos trasladó en el tiempo en su poema: No te olvido.

  

 (texto pendiente)

Emma Coello recitaría el poema de Francisco (que no pudo estar en el acto por problemas de salud): El ocaso.

 

Te veo en mis sueños,
caminas delante de mi,
y lejos,

el ocaso de un encendido naranja,

perfila tu hermosa figura,
y me quedo anonadado con la belleza del sol,
y con tu propia belleza enmarcada en el ocaso.

Tules de rojo y naranja visten el horizonte,
manchas de grises oscuros,
mensajeros de la noche ribeteados de rosa
están llamando a la luna que por el naciente asoma.
¡Oh Dios! no permitas que despierte,
déjame contemplarla mientras este sol se esconde,
déjame admirar su figura a la pálida luz de la luna,
deja que nuestros corazones gocen
mientras ella nos alumbra y se produce el ocaso,
y auque solo sea en sueños,
fundirnos en un abrazo.
©Francisco Murcia

Mercedes Reyes nos dio un paseo por Arafo con su poema: Mi pueblo.

  

 Mi pequeño pueblo de las mil voces de oro.
su música en la plaza, en los días de la fiesta del patrón,
me gustan sus empinadas calles, sus chorros secos,
sus viejas casas de rojos tejados, de balcones de tea,
me gusta el canto del gallo,
que desafiante a los demás espera la salida del sol,
el olor del invierno, a su tierra
que estuvo muchos días quemándose
y que luego la lluvia, le deja su olor
característico a tierra árida mojada.
Aun recuerdos aquellos juegos en la calle,
el tejo, la pelota, el aro, la soga, trompo y boliches,
tantos y tantos juegos, me llegan a la memoria.
En él, en mi pueblo, tuve la oportunidad de amar y ser amada,
de querer y ser querida, de conocer el amor.
ese primer amor, que siempre llevas dentro,
y que recuerdas siempre, con cariño y nostalgia a la vez,
me gusta mi pequeño pueblo,
su gente amable y hospitalaria
quizás porque te das cuanta del paso del tiempo
que los años pasan y tus recuerdos también,
¿será porque te haces mayor?
O tal vez, ¿Porque ya no es como tu lo recuerdas?
En cualquier caso me gusta mi pueblo
Pueblo de música ritmo y son………. Arafo

©Mercedes Reyes

Y Luisa Chico sería la última en llevar a los abuelos, de viva voz, el texto que había escrito hace tiempo para ellos: Me veo reflejada en ti.
 


«Te miro y no puedo evitar fijarme en los surcos de tu cara.
En cada uno de ellos veo una vivencia diferente: aquel sufrimiento oculto y callado, un sobresalto inesperado, un ansia contenida, un adiós no deseado, un esfuerzo nunca suficientemente valorado…, y aún así ese rostro tan rugoso es fácil de desplegar con una sonrisa cuando ves llegar a aquellos que amas.
Te miro y no puedo evitar ver tus manos marchitas por el tiempo.
En cada dedo amorfo puedo intuir el paso del tiempo que ha dejado impresas las huellas del trabajo imparable e impagable, los rigores del frío cuando no tenías ni para comprar la crema liberadora de tiranteces, ni tiempo para un masaje saludable y reconfortante…, y aún así esas manos áridas y castigadas son capaces todavía de propiciar caricias suaves y cálidas a quienes tienen a bien cogerlas afectuosamente entre las suyas.
Te miro y no puedo evitar reparar en tus pies que parecen cada día más pequeños, embutidos en esas pantuflas confortables.
Pienso en todo el peso que han debido soportar a lo largo de tu, ya extensa, vida. En los miles de kilómetros que habrán recorrido en pos de los tuyos o allanando el camino a aquellos que venían detrás liberándolos, con tus pasos, de piedras y tropiezos indebidos, y que aunque el paso del tiempo haya pasado su factura y hoy valgan sencillamente para desplazarte tambaleante en tus cortos paseos, parten, no obstante, todo lo raudos que pueden tras tus seres queridos en cuanto estos demandan tu apoyo.
Te miro y es fácil reparar en tu espalda encorvada por el peso de los años y el trabajo. Parece como si sobre ella pesaran los mil avatares de la vida.
No puedo evitar pensar en la cantidad de peso con que habrás ido cargándola día a día, mes a mes, año tras año, y aún así sigue sosteniendo los pesares de tu entorno, las penas de los demás, los adioses inevitables y dolorosos, como si tus fuerzas no estuviesen ya desvaneciéndose también, más allá de lo que tu energía interior te indica.
Te miro y no puedo evitar que se me abra la sonrisa; una sonrisa impregnada de ternura sólo con mirarte. Y me gustaría tener el poder de hacer desaparecer las arrugas de tu cuerpo y de tu alma. Aliviar tu cansancio antiguo e ignorado por tantos. Devolverte un poco de todo el amor que tú has repartido a manos llenas a lo largo de la vida.
Tomar esas manos encallecidas entre las mías y acariciarlas con devoción, llenarte el rostro de besos, mientras fundo nuestros cuerpos en un abrazo, con la esperanza de que mi energía vital se traslade al tuyo y te ayude, egoístamente por mi parte, a seguir adelante un poco más, para así poder seguir disfrutando de tu compañía, tus palabras, tu sonrisa, y tu saber estar el mayor tiempo posible.
Déjame cantarte bajito, al oído, aquel bolero que sigue sonando en tus recuerdos y acompañar hoy tu corto paseo, adecuaré mi paso al tuyo y te tomaré del brazo, vagaremos por el jardín entre las flores que tanto te gustan dejándonos impregnar de su aroma y su color, de su vida que es la tuya y a la vez la mía… Te miro y me veo reflejada en ti».

©Luisa Chico

Chema Muñoz (cantautor, poeta y padrino del colectivo), y Carlos Chico, cantautor, deleitaron a los presentes intercalando sus canciones con los poemas de los compañeros. 
Además Chema se animó a recitar, fuera de programa, su poema: Alma canaria https://www.youtube.com/watch?v=9F0UIi0Bq8Q

  

  

 

La mitad de las cosas
https://www.youtube.com/watch?v=o-ZjrbzI1B8

     


Y Matale Arozena cantaría, a capela, su canción: Habanera de mi tierra.
El alisio, enamorado,
viste mi tierra,
los valles y los barrancos,
todos, su rumor encierran.
montañas, campos y peñas,
su sonido va envolviendo y la tierra, agradecida,
bailan entre los caminos,
lo convierte en malagueñas. También folias e isas mezclando su melodía,
formando un lecho de nubes
con el rumor de los pinos, y ante el Teide vigilante, el alisio se arrodilla,
bordando encajes de espuma
para tanta maravilla. Y ya en la costa el alisio, con las olas coquetea, y adornando las mareas
el eco de una habanera.
De este juego transparente se insinúa, mensajera,

recordando al emigrante.

©Matale Arozena

    

La conexión entre rapsodas, cantantes y abuelos fue tal que incluso una de las residentes se animó a recitar para nosotros.

 

Las compañeras de tertulia Adela Corujo y Margarita González también se desplazaron con nosotros a La Laguna, a pesar de que, por motivos de salud, no habían preparado su intervención en el recital, apoyando con su presencia la casi totalidad del colectivo.



Y aunque lo nuestro sean las palabras, dejaré aquí el resto de las fotos de Zoraya por aquello de que: una imagen vale más que mil palabras. Son fieles reflejos de momentos felices y eso es siempre bueno recordarlo.

  

  

   

De nuevo mil gracias a todos por hacer posible una tarde tan feliz.