miércoles, 20 de abril de 2016

Todo sobre los microrrelatos

En la semana que hemos dedicado a los microrrelatos he navegado por la red buscando cosas interesantes que dejar aquí recogidas y que nos sirvan de apoyo a futuros trabajos sobre el tema.
iré añadiendo todos los enlaces que me resulten curiosos o prácticos en este artículo. Y para comenzar les dejo este donde encontrarán...

15 microrrelatos famosos

LA OVEJA NEGRA - AUGUSTO MONTERROSO
En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra. Fue fusilada. Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque. Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.

UN SUEÑO - JORGE LUIS BORGES
En un desierto lugar del Irán hay una no muy alta torre de piedra, sin puerta ni ventana. En la única habitación (cuyo piso es de tierra y que tiene la forma de círculo) hay una mesa de maderas y un banco. En esa celda circular, un hombre que se parece a mi escribe en caracteres que no comprendo un largo poema sobre un hombre que en otra celda circular escribe un poema sobre un hombre que en otra celda circular...El proceso no tiene fin y nadie podrá leer lo que los prisioneros escriben.

EL POZO - LUIS MATEO DÍEZ
Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años. Fue una de esas tragedias familiares que sólo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa. Veinte años después mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse. En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en el interior. "Este es un mundo como otro cualquiera", decía el mensaje.

HABLABA Y HABLAMA - MAX AUB
Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.

LA MANO - RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA
El doctor Alejo murió asesinado. Indudablemente murió estrangulado. Nadie había entrado en la casa, indudablemente nadie, y aunque el doctor dormía con el balcón abierto, por higiene, era tan alto su piso que no era de suponer que por allí hubiese entrado el asesino. La policía no encontraba la pista de aquel crimen, y ya iba a abandonar el asunto, cuando la esposa y la criada del muerto acudieron despavoridas a la Jefatura. Saltando de lo alto de un armario había caído sobre la mesa, las había mirado, las había visto, y después había huido por la habitación, una mano solitaria y viva como una araña. Allí la habían dejado encerrada con llave en el cuarto.
Llena de terror, acudió la policía y el juez. Era su deber. Trabajo les costó cazar la mano, pero la cazaron y todos le agarraron un dedo, porque era vigorosa corno si en ella radicase junta toda la fuerza de un hombre fuerte. ¿Qué hacer con ella? ¿Qué luz iba a arrojar sobre el suceso? ¿Cómo sentenciarla? ¿De quién era aquella mano? Después de una larga pausa, al juez se le ocurrió darle la pluma para que declarase por escrito. La mano entonces escribió: «Soy la mano de Ramiro Ruiz, asesinado vilmente por el doctor en el hospital y destrozado con ensañamiento en la sala de disección. He hecho justicia».

CARTA DEL ENAMORADO - JUAN JOSÉ MILLÁS
Hay novelas que aun sin ser largas no logran comenzar de verdad hasta la página 50 o la 60. A algunas vidas les sucede lo mismo. Por eso no me he matado antes, señor juez.

LA MUERTE EN SAMARRA - GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ (Adaptación)
El criado llega aterrorizado a casa de su amo.
-Señor -dice- he visto a la Muerte en el mercado y me ha hecho una señal de amenaza.
El amo le da un caballo y dinero, y le dice:
-Huye a Samarra.
El criado huye. Esa tarde, temprano, el señor se encuentra la Muerte en el mercado.
-Esta mañana le hiciste a mi criado una señal de amenaza -dice.
-No era de amenaza -responde la Muerte- sino de sorpresa. Porque lo veía ahí, tan lejos de Samarra, y esta misma tarde tengo que recogerlo allá.

LA MANZANA - ANA MARÍA SHUA
La flecha disparada por la ballesta precisa de Guillermo Tell parte en dos la manzana que está a punto de caer sobre la cabeza de Newton. Eva toma una mitad y le ofrece la otra a su consorte para regocijo de la serpiente. Es así como nunca llega a formularse la ley de gravedad.

EL EMPERADOR DE CHINA - MARCO DENEVI
Cuando el emperador Wu Ti murió en su vasto lecho, en lo más profundo del palacio imperial, nadie se dio cuenta. Todos estaban demasiado ocupados en obedecer sus órdenes. El único que lo supo fue Wang Mang, el primer ministro, hombre ambicioso que aspiraba al trono. No dijo nada y ocultó el cadáver. Transcurrió un año de increíble prosperidad para el imperio. Hasta que, por fin, Wang Mang mostró al pueblo el esqueleto pelado, del difunto emperador. ¿Veis? -dijo - Durante un año un muerto se sentó en el trono. Y quien realmente gobernó fui yo. Merezco ser el emperador.
El pueblo, complacido, lo sentó en el trono y luego lo mató, para que fuese tan perfecto como su predecesor y la prosperidad del imperio continuase.

CALIDAD Y CANTIDAD - ALEJANDRO JODOROWSKY
No se enamoró de ella, sino de su sombra. La iba a visitar al alba, cuando su amada era más larga

PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO - JOSÉ LEANDRO URBINA
Mientras el sargento interrogaba a su madre y su hermana, el capitán se llevó al niño, de una mano, a la otra pieza...
- ¿Dónde está tu padre? - preguntó
- Está en el cielo - susurró él.
- ¿Cómo? ¿Ha muerto? - preguntó asombrado el capitán.
- No - dijo el niño -. Todas las noches baja del cielo a comer con nosotros. El capitán alzó la vista y descubrió la puertecilla que daba al entretecho.
AMENAZAS - WILLIAM OSPINA
-Te devoraré -dijo la pantera.
-Peor para ti -dijo la espada.

ESTE TIPO ES UNA MINA - LUISA VALENZUELA
No sabemos si fue a causa de su corazón de oro, de su salud de hierro, de su temple de acero o de sus cabellos de plata. El hecho es que finalmente lo expropió el gobierno y lo está explotando. Como a todos nosotros.

LA VERDAD SOBRE SANCHO PANZA - FRANK KAFKA
Sancho Panza, que por lo demás nunca se jactó de ello, logró, con el correr de los años, mediante la composición de una cantidad de novelas de caballería y de bandoleros, en horas del atardecer y de la noche, apartar a tal punto de sí a su demonio, al que luego dio el nombre de Don Quijote, que éste se lanzó irrefrenablemente a las más locas aventuras, las cuales empero, por falta de un objeto predeterminado, y que precisamente hubiese debido ser Sancho Panza, no hicieron daño a nadie.
Sancho Panza, hombre libre, siguió impasible, quizás en razón de un cierto sentido de la responsabilidad, a Don Quijote en sus andanzas, alcanzando con ello un grande y útil esparcimiento hasta su fin.

(SIN TÍTULO) - GABRIEL JIMÉNEZ EMAN
Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello.

http://recursosdidacticos.es/textos/texto.php?id=245

y otros no tan famosos...
https://www.facebook.com/megustaescribir/photos/a.456048194146.240499.163223059146/10153489747329147/?type=3&theater


También dejaré aquí los microrrelatos que los miembros de nuestro Club han presentado al Concurso de La Casa de la Cultura de Santa Cruz en este año 2016.

Se saludaron como si no se conocieran - Francisco Murcia
Se miraron igual que antaño, dos jovencitos en sentido contrario por la misma acera. Y ambos vieron dibujados en los ojos del otro la primera sonrisa, la primera habitación, la primera noche.
 El mapa del tiempo había dibujado en sus rostros profundos surcos como carreteras divergentes que partieron al amanecer de aquella lejana noche en sentido contrario.
 La misma ciudad, la misma acera; ellos, distintos; cargados cada uno con su historia.
 Se saludaron como si no se conocieran. Se miraron como la primera vez y ambos, sin darse cuenta, acompasaron sus pasos en la misma dirección que antaño y sonrieron al ver el letrero: Hostal El Encuentro.

© Francisco Murcia



Soñar un día cualquiera - Matale Arozena

Subí a la azotea, y mientras tendía la ropa miraba como ésta bailaba entre los brazos del aire. La niña vino y se sentó donde siempre, resguardada del sol mañanero con su sombrero de palma. Su compañero eterno, el libro, se abrió como por arte de magia y ella desapareció de mi lado.
La miraba entre las sábanas, para adivinar donde se encontraba, pero ella solo estaba sonriendo. Su hermano asegura que los libros la tienen atontada, que vive en otro mundo y a menudo me dice: -Mamá se lo leyó de un tirón, ¡eso no es bueno ni siquiera para los ojos! Yo, contemplándola, me recreé y soñé junto a ella... Soñé que la cogía de la mano y juntas nos perdíamos entre las páginas de cualquier libro, acariciando las palabras extrañas para mí, y que ellas nos regalaban todo un mundo desconocido, pero fantástico.
© Matale Arozena
La niña soñadora - Luisa Chico
Le gustaba sentarse a estudiar a la sombra del pino solitario mientras trenzaba su melena y miraba embelesada al lejano mar.
Sus ojos melados seguían la estela del velero que rozaba el horizonte. Por un momento dejó vagar por cubierta su mente soñadora y se vio al timón poniendo rumbo a tierras lejanas. Como únicos compañeros de viaje el velero y su cuaderno de bitácora. Escribir y conocer mundo constituían, desde siempre, todo su anhelo.
Una sonrisa quimérica se trenzó a sus pensamientos mientras sus dedos terminaban de acomodar el pelo.
-¡Niña! ¿Terminaste tus tareas? La voz de su madre la desembarcó al instante. Volvió los ojos al libro y se lo leyó de un tirón.
© Luisa Chico
Dignidad y valor - Margarita González

       Era rica y rubia pero no tonta. Descubrió lo que había entre ellos cuando en la fiesta se saludaron como si no se conocieran. Recordó a su abuela:«Niña mía, reza para que tu esposo no te engañe, pero si te engaña reza para que no te enteres, pero si te enteras, reza para que no  se entere,  porque si se entera de que estas enterada dejará de fingir y hará de tu vida un infierno». Se lo dijo a ella que no reza, ni rezó  ni rezará nunca.
Ella siempre creyó que cada cual  ha  de  ser hacedor de su propio destino, que como meta vale la que uno se proponga pero siempre, por encima de todo, ha de haber  dignidad y  valor. De modo que en cuanto llegaron a casa le  hizo la maleta, le quitó la tarjeta de crédito y lo acompaño hasta la puerta de servicio.

© Margarita Moro

El bastón - Carlota Sosa

                                     
 Su corazón se rompió muchas veces. Ella “lo zurcía” con hilos de oro, estaba acostumbrada a la costura para sacar adelante cinco hijos. Aceptación era su lema. No sabía que era artista. Con cada puntada convertía un pedazo de tela, nueva o usada, en un precioso vestido, como el “hada madrina” haciendo magia para cada Cenicienta.
  En el último decanato de su vida, casi centenaria, comenzó a cansarse al caminar. Sus hijos decidieron regalarle un bastón. Lo recibió con cordialidad. Nunca dijo, nunca jamás lo usare, aunque lo pensó. Se sentía muy joven para eso.       
 Entre sus pertenecías, apareció un bastón dorado con mango de madera, completamente nuevo, con su estuche, en un rincón del armario…
  Hoy, quizás, alguien pasee con el; puede que  algún niño lo esgrima como espada jugando  batallas imaginarias; tal vez ella sonría desde otras orillas caminando sin cansarse, en absoluta libertad. 
© Carlota Sosa



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