Tres de nuestros tertulianos de honor: Félix Díaz, Fabio Carreiro y Eusebio Marrero también lo aceptaron y nos hicieron llegar sus textos.
¡Gracias por compartir con nosotros chicos!
TU DIOS
Yo soy tu dios. Para ti, lo único que importa son mis decisiones.
Si te llamo, vienes corriendo, si no te llamo, te quedas triste, en tu sitio.
Si te doy comida, ¡estupendo!, si no lo hago, ¡mala suerte! Te quedas con hambre.
Si te saco de paseo, eres feliz. Si no te digo nada, estás triste.
No me entiendes, no sabes por qué hago lo que hago; pero eso no tiene importancia.
Las decisiones de los dioses son inexplicable. Tú no eres más que un perro y no te preocupas por
tales asuntos. Solo los dioses, solo los humanos.
©Félix Díaz
IRIS
Mi gran danés arlequín, Daky, después
de la perdida de su amiga Phoebe por una enfermedad de las que no se nombran, creo que entró en una
etapa de anorexia. No solo dejó de comer, sino que se encerró en su caseta, se
pasaba las horas tumbada con las patas delanteras cruzadas mirando pasar las
horas.
A todas estas, se me ocurrió que una
amiga con la que jugar le vendría bien, igual una cachorra la distraería, Daky
necesitaba algo en lo que ocupar su tiempo, algo que la mantuviese ocupada.
Con este propósito, empezamos
empezamos a buscar y encontramos cachorras gran danés como Daky, muy bonitas.
Es curioso ver como la obsesión por la estética no es exclusiva de los humanos,
ha llegado al mundo animal. Los animales se tasan por su apariencia y su
pedigree, es vergonzoso ver como hemos establecido categorías sociales en los
animales. Por un lado tenemos los nobles con titulo nobiliario o pedigree y
luego la plebe. Los perros con título me parecieron excesivamente caros, me dio
vergüenza el gastar esa cantidad por un capricho , así que empezamos a buscar
otras opciones.
Lo primero fue en el entorno cercano,
grupos de amigos, pero nadie tenía cachorros y sin pensarlo fuimos a buscar
algo en un refugio para animales. Al principio me daba miedo, no sabía lo que
podíamos encontrar, y si me da pena el verlos encerrados y abandonados, y si me
afectaba lo que iba a ver… Los refugios nos lo pusieron fácil, pusieron pegas
para que los visitaran, que si hoy no puedo, que si la semana que viene, que
si… Estando en este proceso uno de los refugios nos hizo un hueco, nos
recibieron en ADEPAC que es un refugio con una gran cantidad de perros, tanto
que tienen todo su espacio lleno y están agobiados porque les siguen llegando
animales abandonados y no saben qué hacer. Yo, sigo sin entender como es
posible criar un perro y luego dejarlo abandonado a su suerte en cualquier
lugar. Es que no piensan que eso nos puede ocurrir a todos, sí, nos pueden
abandonar, una vez que ya no seamos necesarios, pueden prescindir de nosotros…
¿Dónde está el cariño?
Cuando entramos en el refugio, mi
pareja y yo, en lo primero que nos fijamos es que habían muchos animales, pero
estaban felices, no tenía nada que ver con lo que esperaba encontrarme. Se
acercaron unos cuantos perros a recibirnos moviendo sus rabos alegremente, a
pesar de tener un pasado y una historia que contarnos, vinieron alegremente a
recibirnos. Muchos de estos animales donde mejor han estado ha sido en el
refugio, con que poquito se conforman. Aquí es donde muchos han recibido sus primeras
caricias, su primera cama caliente, y otros que dormían en almohadones se han
quedado sin saber qué hacer hasta que han llegado aquí. Cada uno tiene algo que
contar y su pasado condiciona su presente, unos son agresivos, otros
solitarios, deprimidos… se han acostumbrado a sobrevivir en la calle.
Mi primera impresión, a pesar de mí
miedo innato a los perros, fue satisfactoria. Me gustó el hecho de verlos
contentos, casi me atrevo a decir que alegres. Entramos en la nave, y empezamos a pasear por entre sus
habitáculos, cada uno tiene su habitación y una pequeña terraza, unos la
comparten y otros no. Yo intentaba no acercarme a ningún lado, me dio miedo el
ver tantos perros juntos, me sentí pequeño a su lado. Nos separaba una reja y
me sentí incomodo, tenía en mis manos la posibilidad de cambiar la vida de
alguna de ellas y me dio panico el tener que elegir. Caminando por el pasillo
central, llamó mi atención una que no ladraba, permanecia en silencio. Al
acercarme me lamió la mano y creo que en ese instante me conquistó. A pesar de
todo fuimos capaces de irnos con el proposito de pensarlo. me parecía injusto
el llevarnos a una y no a los demás, pero la vida tambien es injusta y hay que
tomar decisiones. esa misma tarde llamamos para comunicar que adoptabamos a
Iris. Al día siguiente la fuimos a buscar y despues de completar su ciclo de
vacunas la llevamos a casa.
Ahora empezaba otro proceso, ver la
reacción de Daky e Iris juntas. Esto fue cuestión de segundos, se olieron y se
fueron a correr al jardin como si se conocieran de siempre. parecia que incluso
hablaban entre ellas. Comenzó la etapa del juego, corrian, saltaban, parecia
que bailaban. Agotadas se tumbaban a la sombra de los árboles del jardin. Me
llamó la atención el que se acostaban juntas, incluso tocandose. Daky había
conseguido una amiga con quien distraerse e Iris una casa para vivir y un
entorno en el que sentirse querida. Al llegar la noche, Daky se fue a su casa,
es muy grande y hay espacio para las dos e incluso para más, pero Iris no quiso
entrar. esa noche la pasó en el balcón a la intemperie y para colmo esa noche
llovio.
- ¡Iris! ¡A casa! Le grite una y otra
vez. Le intente explicar que ya no era una vagabunda, que ya tenía casa para
dormir. Siguio de cabezota y se dejo mojar hecha un rosquete durmiendo al raso.
Así fue pasando el tiempo, le
preparamos otra casa, pero Iris siguio igual. Creo que recordaba su pasado,
pero su pasado de dormir en libertad o su pasado de no tener donde dormir. No
sabiamos qué hacer.
Un día sin proponerlo nadie
estrechamos la puerta de su casa y ya
solo podía entrar ella, es pequeña. En cuestión de días empezo a dormir en su
nueva casa, fue como sí la hiciera suya, allí solo entra ella, ya tiene su
lugar exclusivo y privado. Creo que era lo que le faltaba para sentirse parte
de esta familia, el tener su parcela, es curioso lo parecidos que son a los
humanos, con la salvedad que ellos nunca nos abandonan.
Cada día juegan juntas, corren y
saltan como locas, se han convertido en inseparables, lo que hace una le sigue
la otra y al revés. Yo creo que tanto una como la otra son felices, pero a
veces no puedo evitar el pensar qué pasará por su cabeza... si recuerda a esa
amigas del refugio, si recuerda esa noches en la calle... Yo solo deseo que sea
feliz.
©Eusebio Marrero
UNA MIRADA AL VACÍO
Camuflamos
el vacío en la rutina, en las cosas cotidianas. Sin embargo, hace un par de
semanas que la rutina, que lo cotidiano ha cambiado irremediablemente para mi,
pero tengo que seguir adelante, casi todo el rato, como si no pasara nada. Al
fin y al cabo, las cosas son así.
Distraemos el vacío amando todo lo que la vida nos permite amar y a veces
incluso lo que no, lo pequeño y lo grande, lo hermoso y lo absurdo, las cosas y
los animales. A él lo quise desde que llegó aquella tarde en una caja de
zapatos y por los trece años que nos acompañó en casa. Ahora que se ha ido, el
ostentoso vacío que ha dejado por todas partes me incomoda y a veces, me duele
y me dan ganas casi de reprochárselo y quejarme aunque enseguida recupere la
cordura y comprenda que el pobrecito no tiene la culpa de nada.
Engañamos al vacío, a la tristeza casi siempre pero al final siempre nos
encuentra de una manera u otra, mientras hacemos un sandwich o damos el paseo
de costumbre junto al mar. Antes, al despertarme, casi siempre había escuchado
ya sus pasos rondando el pasillo y el salón, no es que fuera muy cuidadoso ni
demasiado educado, hacía bastante ruido al beber, al desayunar, al salir a la
terraza alegre por el regalo de un nuevo día, como si quisiera animarme a mi
también, hacerme comprender algo que tantos días se nos escapa, que vivir es un
jodido milagro. ¡Lamento tanto que ese sol que nos molesta por la mañana, al
abrir los ojos ya no pueda disfrutarlo él! Me inundaba con su luz: empujaba la
puerta de mi habitación torpe pero eficazmente con la cabeza y venía alegre a
saludarme a la cama. Ahora el vacío, el silencio anudan mi garganta, provocan
olas de angustia en mi estómago cada mañana, si pienso en él y su limpia y
simpática mirada. Pero intento no pensar.
Uno se distrae del vacío, de la soledad con muchas cosas. Con toda la poesía
que le leía y que no parecía entusiasmarle, nos distraíamos tantos domingos
aburridos, de esos en que no hay nada que hacer. ¿Y podíamos hacer algo mejor
realmente? Pienso ahora. Algo habría aprendido de literatura, siempre pensaba
que lo comprendía todo (desde luego lo que le interesaba si) y creo no le
hubiera gustado que cayera en los tópicos de denominarlo amigo fiel, etc.
aunque tal vez si hubiera aceptado ahora con modestia que le dedicara los
poemas que Neruda o Storni escribieron a sus perros muertos.
Pienso en él y sigue existiendo como una esperanza que no se si realmente me
hace daño, porque de los muertos esperamos su regreso durante “ardientes años”
como dice el poema de Dickinson. Y es que al entrar en casa tengo que ahogar
las ganas de llamarlo para que acuda desde el fondo del pasillo a saludarme,
evito que se me caiga cualquier trozo de comida al suelo (ahora si es un
desperdicio, no una excusa), evito mirar su rincón favorito detrás del sofá de
papá. En definitiva, intento no mirar el vacío. Aunque yo solo pretendo
quedarme con la alegría de su vida y no con la tristeza de su muerte, con su
mirada confiada frente al mundo, un mundo en el que ya no está, ni estará nunca
más. Se trata de un recuerdo con el que he de conformarme, que endulza pero no
cura pero que me acompañará siempre y que con el paso de los años, aunque nada
espere, indudablemente, me reconfortará.
©Fabio Carreiro
No hay comentarios:
Publicar un comentario