miércoles, 12 de octubre de 2016

AGOSTO (Relato encadenado de Emma Coello)





Relato encadenado de Emma Coello







“El sol”


En la quietud de este mes de agosto, cada día, desde hace un tiempo y en este lado del sur en que me encuentro, vigilo a través de la ventana la salida del sol…
Y como cada día no dejo de asombrarme de este milagro gratuito, como primero tímidamente la luz de sus rayos ilumina un mar en calma que parece recobrar vida, y luego, casi sin avisar, esa bola de fuego queda majestuosamente suspendida en el horizonte dejándome perpleja.
Y yo, como tengo alma de poeta me digo que los hombres y mujeres seríamos más felices si cada día despertáramos contemplando esta maravilla de la creación.

Texto de Mercedes Reyes

Una majestuosa maravilla de la creación, que da vida a todo ser viviente de este planeta Tierra, cuando después de un largo día se retira a descansar, pone una alfombre roja que proyecta en la quietud del mar para recibir a la reina de la noche, la Luna, que llega plácida y vigorosa, que viene a velar nuestro sueño.
Aunque a veces se sueña despierto, como la pareja que contempla ese ocaso, y recibiendo con emoción esa Luna que asoma en el horizonte, blanca, brillante y poderosa, cogidos de la mano se juran amor eterno sentados en una roca frente al mar; él le acaricia el pelo, ella le toca con ternura su mejilla, igual que la luna acaricia a la Tierra, en la quietud de la noche.
Allá a lo lejos ven un faro que alumbra al navegante, que esta vez, siendo la luna controladora de todo lo que acontece en la Tierra, no podrá guiarles…

Texto de Teresa Terán

Esa estrella tan maravillosa de luminosidad intensa, determina su visibilidad en el cielo en diferentes regiones del planeta: el día y la noche.
Esa energía que radia ese sol es aprovechada y se manifiesta en forma de luz y calor.
¡Qué bella es su aurora en el horizonte del cielo!
Como me gusta contemplar la pureza divina de la mañana y ver salir ese esplendor que nos da esos rayos que percatamos uno a uno, como si fueran pétalos de esa flor esplendorosa e infinita que nos impresiona con su grandeza y belleza.
Cuando se acercan los meses de verano, principalmente el mes de agosto, noto esa fuente resplandeciente de luz, del calor proveniente de ese sol maravilloso. ¡Qué belleza! Siento los efectos de su poder y ese fuego acariciándome día a día. Saludándome y ofreciéndome sus caricias. ¡Qué bonito es contemplar la pureza divina del creador cada mañana…!

Texto de Luisa Chico

Pero, ¡Basta ya de ensoñaciones placenteras! De salidas y puestas de sol… De parejas de enamorados… De faros en lontananza… Es que no sé qué me pasa que al ver salir el sol cada día me enternezco y hasta me pongo ñoña recordando momentos que ya no volverán a mi vida.
¿Que el sol es energía de vida...? Si. ¿Que ser conscientes de ello nos hace recargar nuestras pilas cada día…? Sí. ¿Que sin él no tendríamos, seguramente, ganas de nada… también? Pero de ahí a hacer una loa al sol como algo para alabar cada minuto… Me niego.
Ahora mismo es mediodía, está pletórico aplastando a todo aquel que osa estar al aire libre sin buscar la sombra. Si me expongo a él con frecuencia me arriesgo a pillar un jodido cáncer de piel de esos tan chungos. Sin ir más lejos el domingo pasado me pasé de tiempo, tendida en la playa y dejando que me acariciase sin más, creyendo que el sol de otoño no haría tanto daño, y casi no duermo de lo que quemaba mi piel al regresar a casa… Muchas veces odio el sol y paso de estarle agradecida por sus desorbitantes ardores. Pero claro… debe ser que estoy perdiendo mi alma de poeta.
Ocultaré mis ojos de sus rayos tras mis oscuras gafas de sol y esperaré aquí sentada que se sumerja, una vez más, en el Atlántico para despedirme de él hasta mañana.
Intentaré plasmar ese momento en una foto para el recuerdo.

FIN


AGOSTO (Relato encadenado de Mercedes González







Relato encadenado de Mercedes González







Agosto en La Gomera

Agosto reina para la mayoría de las personas que tienen un buen puesto de trabajo. Casi siempre se cogen las vacaciones en agosto, para descansar y desconectarse del trabajo y de los compañeros. Yo he tenido la oportunidad de ir dos años a la Gomera, a la playa de Gran Rey con mis hijos y nietos. Al llegar a la playa la impresión que me dio es que todo Santa Cruz se había trasladado a La Gomera. Me llamó la atención verlos en un corro hablando del trabajo, de política y de las últimas noticias del país y arreglando, un poco, el mundo. En fin,  que cada uno disfruta de las vacaciones como mas le agrada, ellos con sus rollos y yo de los buenos baños. El agua estaba del diez, bueno, sin contar el día que nos visitaron las medusas. A mi me tienen un cariño..., me dan cada latigazo, que salgo a escape, como si un tiburón me fuera a tragar.
De regreso, ya en Tenerife, tenía un compromiso y un evento muy importante que no quería perderme por nada del mundo, un cumpleaños sorpresa para la “profe” de la Tertulia de Alisios de Verso y Prosa, que un diecisiete de agosto, dado que un día muy caluroso ella quiso ver la luz. La madre con el calor y todo lo que cuesta parir… al ver su carita se olvidó de todo, la alegría que se siente es inmensa. La misma alegría que sentí el día de su cumpleaños, yo y todos los que le acompañamos en ese día tan especial junto a las organizadoras el grupo, Mencey Romántico, la parodia de la abuela y su nieta… ¿Para que voy a contar más? Salió todo del diez. 

 Texto añadido por Adela Corujo

Paseando por La Gomera me encontré con una compañera de Alisios de Verso y Prosa.
-¡Hola Mercedes! ¿Cómo estás? ¡Que alegría verte! 
-¡Muy bien! ¿Y tu?
-Pues, paseando por esta isla tan bella. ¿Quieres tomar algo?
-Si, vamos.
Estuvimos hablando largo y tendido. Fue agradable encontrarla y disfrutar de la charla y de ella.
- Me tengo que ir mi familia se retira.
- De acuerdo, pásalo bien. ¿Nos veremos el martes?
- Así será, si Dios quiere.
Partimos cada una rumbo a nuestras cosas. Fue muy agradable la tarde.


Texto añadido por Candelaria González

 Aunque estoy muy contenta de estar de vuelta en casa, no puedo olvidar esos días en La Gomera. Lo pasé muy bien en las fiestas de la Virgen del Carmen, con sus carrozas y sus bailes.
En esas fiestas conocí a una joven de 13 años. Tan bonita y tan inocente, pero con una vida de muchos avatares muy tristes, según me contó estaba con su abuela en La Gomera, pero vivía en Tenerife y había ido solo de vacaciones. Al mirarla daban ganas de llevártela a tu casa y protegerla de lo que se percibía a su alrededor, pero no podía ser y allí se quedó.  Me gustaría verla dentro de cinco años en la bajada de la Virgen cumpliendo sus 18 años y que su abuela la acompañase, razón de que sigue cuidándola.


Texto añadido por Carlota Sosa

A veces, la vida nos regala el privilegio de encontrarnos con bellos seres  -yo les llamo ángeles humanos- para que nos miremos en sus pupilas, que nos reflejan, como espejos, en su luz. Algo así me ha ocurrido con esa hermosa jovencita. Ella emite un brillo especial que produce en mí una ternura sin medida. Se que su abuela vela por ella, pero… ¡ha sufrido tanto! Siento que puedo acurrucarla junto a mi pecho y cantarle las canciones de cuna que nunca ha escuchado.
Vienen a mi memoria sublimes canciones de cuna que cuando las cantas no solo los niños se quedan dormidos:

«Las estrellas alumbrarán.
Cielo y luna nos miraran.
Mientras el viento mece tu cuna,
tus sueños saldrán a jugar.».

Los sufrimientos que esa niña ha vivido todavía no se han cicatrizado y no sé como ayudarla. Su abuela ya ha obtenido su custodia legal y yo no pertenezco a su familia.
Estuve toda la tarde pensando como consolarla. Muy tarde, me quedé dormida mientras reflexionaba unas ideas que me rondaban.
 Lo que yo no sabía era que en mis sueños me darían una respuesta. Puede que exista otra mejor, pues fue solo un sueño ¿o no?
Me encontraba ante un sabio anciano. El me tomó de la mano y me llevó a un pequeño banquito de piedra. Nos sentamos a charlar como si ya nos hubiésemos conocido y me dijo, sin palabras, pero yo le escuchaba:
No hay razón para temer por esa niña. Lo superará,  encontrará su fuerza interior. Los desafíos y las dificultades sirven para  su crecimiento como ser humano. Su alma es pura. Esta experiencia le pondrá en un camino de belleza y servicio. No perderá su esencia angelical. Será cada vez más hermosa… 
Antes de despedirse de mi, cuando ya comenzaba a perderse entre la luz, se volvió y me dijo: Ah, ella sí que cuidará de ti, porque su energía es la de la sanación. Estudiara medicina y siempre que la necesites te atenderá.
No se si se hará realidad mi sueño. Lo que puedo decir es que fue un sueño muy lúcido ¡A mi me parecía tan real!    
Desperté con una paz que nunca soñé que existía…

Texto añadido por Luisa Chico

Ahora, sentada en la terraza de mi piso, mientras bordo un rato, he recordado de nuevo a la niña y a ese sueño. La sonrisa se ha abierto en mis labios y aquella canción de cuna suena en mi mente con un soniquete familiar y agradable. Han pasado unos meses y su imagen sigue rondando mi mente. La imagino ya mayor, atendiendo su consulta como me anunció el anciano de mi sueño, y cada vez que pienso en eso mando un mensaje al Universo para que se haga realidad algún día. Imagino que es ella quien cuida de mis achaques añosos y eso casi los alivia por si solo.
El otoño ya está aquí, se nota en la desnudez progresiva de algunos árboles, en el olor a castañas de las ramblas, en los adornos navideños que comienzan a aparecer en los escaparates de las tiendas. El mundo sigue girando y agosto se ha quedado atrás y con él las vivencias estivales de este año.
Cierro el costurero y guardo mis gafas de cerca en el estuche mientras miro por la puerta del abierto balcón, por donde ya ha comenzado a entrar el frío de la tarde. El tiempo no nos deja intuir que hemos pasado del verano al otoño, la gente sigue yendo a la playa mientras yo, mañana, seguiré bordando los regalos navideños que haré a mi familia este año.


FIN


AGOSTO (Relato encadenado de Carlota Sosa)




Relato iniciado por Carlota Sosa






"Llamas de fuego en Agosto"


Agosto se presentaba pletórico de emociones y quería aprovechar cada minuto. Ella sentía una inmensa atracción por el fuego, quizás porque había nacido en una tierra de volcanes. Donde quiera que mirara se divisaba la silueta imponente y bella del Teide. Paseando por su paisaje lunar le conoció. Se fijo en sus ojos, inmensos, que desprendían chispas de sol sobre el mar azul. El color de sus pupilas resultaba indefinido, pero le embrujaba, como el fuego, como las llamaradas de una hoguera que formaban siluetas cambiantes de colores rojos, naranjas amarillos y azules.
Se reencontraron en el Parador la noche del 12 de agosto. Jimmy estaba continuamente viajando y el periódico la mandaba a cubrir la noticia de la lluvia de estrellas.
Esa noche de magia, las fogatas de los cielos se reproducían en la montaña sagrada. Sus cuerpos giraron en espirales inmensas y viajaron más allá de la Vía Láctea en una unión sin fin.
Agosto pareció eterno, sin tiempo, y a la vez fue como una pausa entre dos latidos. Jimmy tuvo que volver a viajar…

Texto añadido por Luisa Chico

Era inevitable, su profesión lo llevaba siempre de acá para allá sin poder detenerse en ningún lugar por mucho tiempo, ni siquiera entre sus brazos. Cuando lo conoció, hacía de ellos ya cinco años, en aquella conferencia sobre la Naturaleza que impartía en el Valle Ucanca, ya supo que ese amor que sentía crecer en su interior, cada vez que sus ojos se encontraban, tendría una historia difícil, pero no pudo ni quiso abstraerse a lo que la hacían sentir aquellos ojos de fuego y… se dejó llevar. No le había pesado, aunque la mayor parte del tiempo su único contacto era a través del teléfono o de Internet, aquella historia valía la pena. 

Texto añadido por Candelaria González
Texto pendiente


Texto añadido por Mercedes González

Texto pendiente


Texto añadido por Francisco Murcia

Texto pendiente


Texto añadido por Matale Arozena

Texto pendiente



AGOSTO (Relato encadenado de Mercedes Reyes)








Relato encadenado de Mercedes Reyes


“El rey”

El rey es del verano pleno, caluroso como ninguno, con su traje de destellos llega siempre alborotado.
Agosto es esperado con mucha ilusión para unos, para otros no tanto.
Las playas se inundan de gente, toallas y griteríos, de juegos de pelota, las tumbonas y sombrillas no dejan ver ni la arena de la playa, las autopistas, carreteras y caminos que llevan a las playas son transitados sin cesar, buscando el descanso y el sosiego en el mejor lugar…

Texto de Carmen Margarita

Nos pasamos el año, pensando en que van hacer los días de nuestros sueños, de descanso y, claro está, de conocer a esa persona tan idealizada de mi pensamiento, morena, de ojos claros que me hagan suspirar con influjos de pensamientos un tanto revoltosos, pero todo llegará. Y entre pensamiento y pensamiento he llegado al paraíso, a una playa de arena dorada y atardeceres de ensueño.

Texto de Candelaria González

Y en este mes de playa, toallas, griterío mis pensamientos juguetones me hacen suspirar y pensar cosas casi imposibles. Sin terminar agosto, regresé a casa a dar una vuelta. Cuando llegué, me encontré un ocupa, corrió, se escondió y no lo pude echar. No sé por donde pudo entrar, pues había dejado ventanas y puertas muy bien cerradas. Me marché de nuevo a la playa buscando descanso, pero preocupada. A los pocos días, volví a casa pero el ocupa no aparecía. De repente, salió del cuarto de baño, corrí tras él con una toalla al tris, pero por mucho que la toalla le tiré, otra vez se escapó. Al otro día me marché dejándolo allí.
Se acabó agosto, las vacaciones y los baños en la playa. Al llegar a la casa y ya pasados unos días, pensaba que ya se había ido el ocupa, pero al rodar una bolsa de cemento estaba allí enroscadito, pero ya no tenía los ojos saltones de perenquén, con los que me miraba cuando corría tres él.
En estas idas y venidas, me había olvidado un poco de conocer a esa persona tan idealizada de mi pensamiento. Pero todo llegará, me volví a decir sin mucha convicción.

Texto de Mercedes González

Este año el verano parecía estar bien sentado en el trono. Pasó agosto y en septiembre seguía el calor. La gente estaba cansada de playa y de ir de un lado para otro, con bolso, toalla y todo lo que conlleva un día en el mar. Ya teníamos todos ganas de que cambase el tiempo, para disfrutar de otros eventos propios del otoño; obras de teatro acompañada de esa persona tan idealizada de mis pensamientos, seguir con este relato y sus fantasías y tener un poco de cuidado con esos ocupas que se cuelan por las rendijas. Y el próximo verano no sabemos...

Texto de Francisco Murcia

Pobrecillo, los calores de agosto, señor absoluto del verano, lo revivían, entonces se mostraba activo y corría de un lado a otro en busca de alguna mosca despistada. Pensé que no era fácil para él conseguir su comida, las moscas parecen tener un sexto sentido para librarse de la ávida lengua del perenquén. Y ahora que lo pienso, ¿dónde andará, seguirá por aquí? Aquí no hay muchas moscas, seguro que se habrá muerto de hambre, casi que me da pena, ya me estaba acostumbrando a la idea de volverlo a ver, al fin y al cabo dicen que dan suerte.
No bien había terminado de completarse la idea en su cerebro, cuando al coger la bolsita de cemento para arreglar un esbarroncón, una sombra se escabullo rauda entre otros trastos que tenía allí acumulados. No lo persiguió, no era cosa de armar todo un zafarrancho por un animalito que no resultaba peligroso y quién sabe, a lo mejor le traía un poco de suerte, que falta le hacía después de haber quedado en paro.
-Que cosas, -pensaba Carmen Mari cuando decidió indultar al perenquén- nos pasamos todo el año pensando en lo que vamos a hacer en agosto, en ese mes de calor, cervezas frías, fiestas por doquier y playa, playa esta que el cuerpo dice: ¡no quiero más!, y embadurnados de cremas protectoras, terminamos sumergimos en una ducha fresca en casa y retrepados en el primer asiento que encontramos con las últimas noticias sobre los amores públicos de unos cuantos famosos que al cabo de un par de meses o incluso semanas, ya están saliendo en portada vendiendo la exclusiva de la separación o divorcio.
El calor es un mal amigo de la soledad, y Carmen Mari estaba sola. Tres años había convivido con un chico que le gustó porque parecía tener la cabeza bien asentada, un futuro algo más claro que la mayoría de los otros que conocía, y además, tampoco se podía decir que no tuviera sus encantos, nada que ver con los adonis de los anuncios ni, por supuesto, con los que ella se imaginaba en sus sueños, pero se sintió mirada, admirada y el deseo de sentirse importante para alguien, y esa sensación de protección que le ofrecía la imagen de un hombre seguro junto a ella, terminaron por convencerla. Ahora, sentada en un sillón, con una novela de Corín Tellado en las manos, su imaginación la llevaba por la senda de la voluptuosidad. Se revolvió inquieta y por un momento maldijo ese calor que se estaba infiltrando hasta en los más íntimos deseos. Se levantó y buscó con la mirada al curioso okupa que se había adueñado de una pequeña parte de su casa y de buena parte de su simpatía, pues desde el momento en que vio la maestría con que daba caza a una cucaracha, repugnante como son todas las cucarachas, se dijo: -He aquí la solución. Y le dejaba una jícara de agua a su alcance, como si fuera un tierno gatito.
Terminaba agosto y Carmen Mari comenzó a repasar la lista de representaciones en el Guimerá, los amigos y amigas con los que volvería a encontrarse, la ropa que le quedaba en el único armario que tenía y que comenzaba a sufrir las consecuencias de la crisis y nuevamente volvió a invadirla una oleada de imágenes 3X, como ella decía. Dio un manotazo al aire como para espantarlas, pero lo cierto es que había unos ojos que siempre estaban en el fondo de sus fantasías. Lo vio salir del agua justo cuando ella entraba. Un segundo solamente. Al salir ella, puede que por pura casualidad, entraba nuevamente él, y sus miradas volvieron a cruzarse. Carmen Mari acababa de ponerle rostro a sus sueños. Ya no se sentía tan sola.
Le dejó agua el perenquén y volvió a la ciudad. En la lotería de Navidad obtuvo un pellizco del segundo premio en una participación de 2 € que se le había caído del bolsillo y cuando la descubrió, el perenquén estaba tranquilamente dormitando encima.


Texto de Matale Arozena

Mirando el número que iba ir a cobrar, gracias, tal vez, a su okupa-compañero, Carmen Mari se subió al tranvía como todos los días laborables, dispuesta a pasar un día distinto ¡y vaya si sería distinto! Busca sitio cerca de la puerta, para ver quién sube y quién baja; le encanta imaginarse la vida del prójimo contemplando su semblante y sus maneras. Mientras se prepara para analizar a los que llegan o se van del tranvía, ve a través de la ventana que se ha salvado de un buen chaparrón; ¡hala! cómo empezó su actividad habitual, después de las vacaciones, el tiempo la imita y empieza la suya, propia de este incipiente otoño, la lluvia. ¡Qué pena que las ventanas estén cerradas!, le encanta el olor a tierra mojada que la hace sentir como ésta absorbe con avidez el agua que el cielo le regala para calmar la sed a la que ha estado sometida durante el largo y cálido verano. 
En la primera parada, se prepara para lanzarse a su primera víctima. Se trata de una mujer gruesa que resopla mientras sube al tranvía. Bien vestida, bien peinada, quizás de peluquería, sin arrugas en su rostro, pero con una sensación de cansancio, como si se le escapara el alma. No es capaz de ponerle fecha de fabricación, ¡ay perdón! edad, tal vez por su obesidad. Su tristeza, quizás aburrimiento, emana de todos los poros de su cuerpo. ¡Ya está! Soltera de clase media, maneja dinero, vive sola y diariamente desayuna, almuerza y quizás cena, fuera de casa. No le gusta hacer ejercicio. Su hobby es la tele en la que se empapa de toda la tele basura que asoma a la pantalla. ¡Bufff! la verdad, no le parece muy interesante, pero se queda mirándola cuando al sentarse, le coloca media nalga a una señora mayor que está sentada en el asiento contiguo, lo que hace que la viejita se aplaste asustada contra la ventana. En ese momento, llegamos a otra parada...

Texto de Carlota Sosa

Nadie se subió en esa parada, al menos en el vagón que ocupaba Carmen Mary. En esta ocasión no podría analizar a otra persona para jugar a adivinar su vida por su aspecto.  Buscando a alguien de otro vagón, se fijo en un asiento vacío. Había un libro algo ajado. Puede que se lo hayan olvidado o puede que lo hayan dejado para que alguien lo leyera, cosa que se ha puesto de moda en los metros de algunas ciudades, pensó.
Al coger el libro en sus manos sintió un escalofrío.
Hablando más que pensado dijo: cuando me baje lo dejaré en la estación por si alguien va a preguntar por él. Quiso ver si tenía algún dato que indicara quien era su dueño, pero nada.
Lo abrió al azar, y apareció algo que le puso alerta. En la página 274 un capítulo se destacó sobre otros: Mascaras o espejos. Hablaba de los papeles que pueden representar todos los seres humanos a lo largo de su vida, e indicaba que todas esas máscaras reflejan lo que precisa ser curado en las personas que las llevan. Sobresalía en tinta, que en ese momento le parecía más oscura: El observador astuto se anota el tipo de conducta y no dice nada sobre la manera de juzgarlo. A veces ver la verdad suele ser una carga porque el observador sabe exactamente que está creando el trastorno o el desequilibrio. Los observadores sabios miran en su interior decidiendo sanar otras máscaras similares que podrían llevar.
Se bajo en la siguiente parada, que estaba cerca de un hermoso parque al que solía ir a reflexionar cuando las cosas no iban bien. Solo entonces se fijó en el título del libro: “La Medicina de la Tierra en 365 enseñanzas”.
Hoy. Sin quererlo había aprendido la primera: No juzgar al prójimo.
Meditó sobre todas las cosas que le había regalado la vida y daba las gracias por ello.  Todavía le quedaban muchas puertas que abrir y otras que cerrar.
A partir de aquel día sus ojos lucían más brillantes, como cuando miraba al mar cuando la playa no estaba muy concurrida, o cuando contemplaba a su inquilino que lentamente, sin ser notado, se abalanzaba sobre sus víctimas para darles caza. Una vez cogió una falena que, para él era muy grande, parecía que el perenquén iba a volar. Era cuestión de supervivencia. También de las cosas que hacen los animales podemos aprender lo que se debe o no se debe hacer, como, por ejemplo, hacer el bien con sigilo para pasar por la vida, algo desapercibida.
Le costó muchísimo aprender a vivir sin juzgar a los demás, aunque, poco a poco, lo conseguía. Cambió su forma de ser. Gracias a ello, con el transcurrir del tiempo encontró a su verdadero amor. Eso sí, ocurrió en agosto, al fin y al cabo ese era el rey del verano. Pero esa… es otra historia.


FIN




AGOSTO (Relato encadenado de Candelaria González




Relato iniciado por Candelaria González

BASSAN

Relato iniciado por Candelaria González

La mañana de este primer día de agosto se presentaba calurosa, excusa suficiente para darse un chapuzón en el mar, este era el mes de las vacaciones, fiestas y romerías.
El año pasado, en una de esas fiestas, me había fijado en un chico muy guapo que me gustó mucho. La espera había sido larga, después de un año yo quería encontrarlo de nuevo en la plaza corriendo de arriba abajo y poniendo cables para el sonido. ¡Qué chico tan activo! Con ese pelo negro, esos ojos marrones, ese color de piel morena de tanto estar al sol… No fui capaz de dirigirme a él entonces pues mi timidez me lo había impedido. Pensé: «Será de otra este hombre que tanto me gusta».
Esperaba la fiesta con ansiedad para encontrarlo. Llegó el día, pero él no apareció, otro muchacho hacía su trabajo, ¡que desilusión! Seguramente, como hay tantas fiestas en este mes, estará en alguna de las otras. Espero poder encontrármelo otra vez y me dirigiré a él para solamente oír su voz que espero sea profunda y bonita, como él. Este chico seguramente tendrá pareja y no quiero hacerme ilusiones, así que cogiendo a mi amiga de la mano nos fuimos a bailar alegremente como dos jovencitas con ganas de fiesta. Tenía que olvidar a aquel muchacho del que ni su nombre sabía y que tanto recordaba.
En un periquete estaba dando saltos sin acordarme de nada sino de pasarlo bien en las fiestas de mi pueblo.


Texto añadido por Teresa Terán

Pero en uno de esos momentos en que estábamos divirtiéndonos mi amiga y yo, mi mirada se volvió a un lugar propicio y exclamé: ¡Éste es mi chico! Y pensé: «¿Y ahora qué hago para acercarme a él?»
Mi corazón latía y latía, parecía que se me iba a salir del pecho de tanta alegría y emoción. Me dije: «Tengo que buscar la manera de llegar a él, ¿cómo lo hago?».
Vino a mi mente una estrategia y me fui al lugar donde estaba y cuando me iba aproximando a él veo que se marchaba. Exclamé: «¡Otra vez no! He esperado un año esperando este momento con tanta ansiedad para volverlo a encontrar y cuando creo que ya lo tengo se marcha». Solo me he quedado con los recuerdos de ese pelo negro como el azabache y esos ojos marrones de caramelo, es todo cuanto sé de él, y me dije: «Será en otro momento, hoy no es el día».


Texto añadido por Mercedes Reyes

Pasados unos días, después de la fiesta, llegó al pueblo el muchacho que había hecho el trabajo por él para recoger el material que allí había dejado.
Tuve la suerte de encontrármelo cuando una tarde me dirigía al kiosco de la plaza, donde había quedado con unas amigas para tomar café, y tuve la oportunidad de preguntarle por él.
Me llevé una sorpresa pues me dijo que era extranjero y que Bassam, que así se llama, ya se había ido a Marruecos, pues solo estaba aquí contratado por unos meses para ganar un dinero extra pues se iba a casar con su novia Aisha. “El  ritual de boda bereber es muy costoso, -continúo hablando- pues se prolonga durante tres días y por lo general se realiza en el desierto, en un entorno natural lleno de magia, belleza y misterio. El novio, tiene que hacerle llegar a su futura esposa los regalos y el atuendo que deberá usar en el casamiento, y como todo esto le costaba mucho dinero, quiso venir aquí a trabajar ese tiempo. Además de ello,- continuó contando- tiene que alquilar varias  jaimas para celebrar la boda, ya que en una se sirve la comida, en otra la música y baile, y otra para dar la acogida a familiares y amigos que asisten a la misma, además de todo esto él se hace cargo de trasladar a todos los familiares y amigos allá donde se celebra…”.
-¡Basta ya...! Ya me has contado bastante y llevo mucha prisa pues mis amigas me esperan.
Me alejé lentamente y sin darme cuenta unas lágrimas me salieron sin poder controlarlas.


Texto añadido por Francisco Murcia

«¿Por qué estas lágrimas? Soy tonta, pues no lloro por alguien a quien a penas he visto por un segundo. Un pelo negro y rebelde, unos ojos bonitos, un rostro decorado por la intemperie y ni siquiera un tono de voz, y estoy así, con unos regueros de rímel que alguien puede creer que soy un personaje escapado de la serie de los Monsters, quizá Morticia. Si no ha sido más que el flash de un momento. Después de todo ¿quién era ese chico y quién es este que le sustituye?»
Lola se secó aquella lágrima furtiva, limpió el reguero de rímel, y se dirigió al encuentro de sus amigas que la esperaban impacientes para pasar revista a los aconteceres vecinales del día. «Mira tú, Marruecos, -pensó- con la forma en que tratan allí a las mujeres, -y apretó el paso para no llegar demasiado tarde.
Lo cierto es que Bassan era un inmigrante irregular que había pasado la frontera con documentación falsificada como operario de la empresa marroquí de exportación e importación Import-Export Morroco. S.A., una forma mucho más segura, aunque se arriesgaba a la cárcel en Marruecos si lo descubrían; todos saben la dureza de la prisión en aquel país. Aquel día estaba preparando los cables que debía subir al escenario en el momento en que una guapa chica pasó muy cerca de él. Apenas se fijó en ella, no podía correr el riesgo de hacerse notar. Así que siguió con su trabajo mientras el sudor resaltaba los rasgos de un rostro varonil, enérgico, y perfilaba el relieve de sus músculos.
Así lo vio Lola, y lo imaginó como un ascensor con el que alcanzar los cielos del éxtasis. Fue solo un momento, un destello fugaz en su imaginación, una foto que quedó prendida en su cerebro y tal vez en sus más íntimos deseos. Al día siguiente, aquel adonis moreno de pelo rebelde ya no estaría allí. Lola sintió como un vacío, en su cerebro quedó la marca que dejan los cuadros en la pared al ser descolgados. Pasó días después por allí, pero era otro chico el que estaba haciendo recogiendo el escenario.
De ahí que Lola no hubiera podido contener sus lágrimas al alejarse mientras recordaba el título de una novelita que había terminado de leer la semana pasada: La insoportable levedad del ser. Y pensó que la vida era leve y muchas veces casi insoportable. Se repuso, se acicaló en plena calle, y con paso decidido acudió a la reunión con sus amigas, mientras un coche de la benemérita paraba junto al chico con el que acababa de hablar.


Texto añadido por Carlota Sosa

Bassan tan solo fue como un destello que olvidaría rápidamente. No pensó verlo nunca más, aunque se dedicó a documentarse sobre los pueblos bereberes.
Pero nunca, Es demasiado tiempo. El destino le tenía reservado un encuentro insospechado.
 Transcurrió un año y a Lola la sorprendió su familia con un regalo sorpresa por el día de su cumpleaños. Le dieron un sobre sin remitente, al leerlo se extrañó muchísimo, una escueta nota decía: vale por un viaje a Marruecos con todos los gastos pagados. En una postdata, que abarcaba más que la nota, le explicaban: sabemos que te gusta viajar y que te interesas por los pueblos bereberes, esta es la ocasión para conocerlos.
Comenzó a preparar el viaje con mucha ilusión. Quería visitar el Atlas, un mundo de piedra habitado por tribus bereberes. Ese mundo del que, antes, tan solo conocía por la leyenda del Titán que le dio su nombre. Atlas significa el portador, fue castigado por Zeus a yacer boca arriba y a sostener con sus manos, convertidas en montañas, la bóveda celeste.
Conocía algunas de las costumbres Marroquíes: saludar con la mano derecha ya que la izquierda se considera impura; quitarte los zapatos al entrar en una casa; la prohibición a los no musulmanes de entrar en las mezquitas, salvo alguna determinada; y, aunque son muy hospitalarios, no se puede probar bocado alguno hasta que el dueño de la casa recita sus oraciones.
Tenía que encontrase con una amiga española que se ocuparía de organizar el viaje. Ella la guiaría.
Durante su estancia en Marruecos Lola se sorprendía cada día más de la belleza que descubría… Los atardeceres en las dunas, las altas montañas, las vistas al mar, algunos oasis que visitó, los monumentos y la vida tan diferente y distante del pueblo bereber, cuyo verdadero origen se sumía en el misterio.
Aunque bereber significa bárbaro, comprobó in situ que no era así. Ellos se califican como hombres de alta cuna y de noble origen.
De regreso,  al facturar las maletas y obtener la tarjeta de embarque, vía Madrid-Canarias, sus ojos se abrieron de par en par. ¡Él estaba justo detrás de ella, acompañado de una joven morena!  Lucía aun más guapo que antes, más curtido y  varonil. Sus ojos no eran los mismos, algo había cambiado en su mirada que se le antojaba mucho más serena.
La Chica, muy jovencita, casi una niña, y de exótica belleza, al fijarse en que Lola les miraba, la saludó amablemente, además, en español. Se llamaba Ahíja, estaba esperando un bebé y quería tenerlo en España. Su esposo había conseguido un contrato de trabajo en la península.
¡Después de todo le había vuelto a ver! Se imaginaba por todas las vicisitudes que el pobre chico había pasado hasta llegar a Marruecos y poder casarse. 
Lola miro a Bassan. Él le sonrío como a cualquier desconocida y embarcó tomando de la mano a su bella esposa.


Texto añadido por Luisa Chico

Sentada en este avión, sabiendo que el hombre que había ocupado sus pensamientos por largo tiempo estaba a escasos metros de ella y que, seguramente, miraría embelesado a la mujer que llevaba su hijo en el vientre, y a la que amaba con locura, no pudo evitar que una lágrima se deslizara por su mejilla.
Miró por la ventanilla del avión para que su vecino de asiento no la viera llorar pero no hizo nada por restañar esa gota salada que ya casi llegaba a sus labios. Su mirada, descansaba sobre las mullidas nubes blancas que atravesaba de regreso a casa. Sentía un gran vacío en su interior y no lo comprendía. Era consciente que Bassan solo había sido una etérea ilusión de sus sentidos, una imagen que pasó un día frente a ella y se quedó a vivir en sus pensamientos alentando sus ensoñaciones sobre un amor que no tenía y ansiaba por encima de todo.
A lo largo de este año había alimentado ese amor platónico tratando de conocer las costumbres del hombre que se había convertido en su obsesión, este viaje a Marruecos le había permitido sentirse cerca de él, de alguna forma y sin embargo ahora, que lo tenía a escasos metros de ella y respiraban el mismo aire viciado del avión, lo sentía más lejos de ella que nunca.
Cerró los ojos y dejo que las últimas lágrimas arrastrasen hacia el exterior los últimos coletazos del amor que nunca existió salvo en mi imaginación.
En la cinta que les traía las maletas lo vio de nuevo, a lo lejos, ocupado con el equipaje para que su esposa no hiciera ningún esfuerzo, ella le sonrió complacida cuando él depositó la última maleta a su lado, luego miró a Lola de lejos y alzó la mano en un simpático gesto de despedida.
Ella giró presta haciendo que no la veía y rebuscó algo en su bolso mientras avanzaba rauda por el aeropuerto buscando la zona de enlace con el vuelo a Canarias y así poder alejarse de aquella situación.
Al pasar por una papelera tiró dentro los catálogos que había ido recolectando durante el viaje y que hablaban de un país que, ahora sabía que nunca volvería a visitar.
Horas después el padre Teide la saludaba de nuevo dándole la bienvenida a su mundo, un sueño se había quedado prendido entre las dunas de arena y las cálidas nubes.
-Mañana será otro día. –Se dijo.


Texto añadido por Pili            

     La memoria no envejece, cada vez es más joven. Exalta lo pasado. Retrotrae infancias. Sueña.
     El alma y el cuerpo reunidos en la búsqueda;  revestidos de un halo ilusorio, cuya imagen nos hace felices un instante. Tiempo. Memoria recreadora. Recuerdos que duermen plácidamente entre pliegues de la memoria.
     Testimonios de un ayer que se niega a morir. No volverán a ser como fueron antaño. Rodeados del velo sutil de la distancia… Ni tan rubia la niña, ni tan valiente el chico, ni tan placentera la tarde, ni sus labios tan rojos, aunque nacidos  de la ternura  del deseo de amar y ser amado.­
     Trucados recuerdos. Profundidades a las que sólo se puede acceder desde el ideal. Los días laboriosos se suceden en oleadas rápidas. Pero hay momentos en que el tiempo parece detenerse, es entonces cuando por las rendijas de nuestro tiempo se van filtrando imágenes… que fueron.


FIN
          









jueves, 6 de octubre de 2016

AGOSTO (Relato encadenado de Carmen Margarita González)



Relato encadenado de Carmen Margarita





"Ojos verdes"
Que días tan felices he pasado en ese pueblo tan hermoso que ha cambiado mi vida, mis sentimientos un tanto apagados han vuelto a latir y es que lo llevaré siempre conmigo, cuando me miro en el lago de tus ojos verdes me siento volar hasta el infinito de las rendijas del tiempo, recordare con ilusión, vehemencia y pasión este mes de agosto. Me ha hecho reflexionar que la vida nos pueda dar sorpresas y sinsabores.

Texto añadido por Mercedes González

Son muchas las sorpresas que me trajo la vida en el mes de agosto. Una de las sorpresas, que me hizo mucha ilusión, fue pasar unos días de vacaciones en La Gomera con mis hijos y nietas, y participar en la fiesta del pueblo. En la Santa misa, su procesión, acompañado por un grupo folclore cantando sus canciones tradicionales.
Por la noche disfrutando de la tradicional verbena que puso punto y final a las fiestas, el ambiente era de lo más animado disfrutando de personas de todas las edades, mis nietas se lo pasaron genial.


Texto añadido por Carlota Sosa

Por una vez las pequeñas dejaron las  maquinitas  y se centraron en otro tipo de juegos que me recordaron mi niñez. Las niñas participaron en la carrera de sacos y aprendieron lo que era una competición sana, aunque... ¡todos querían ganar!
Los niños viven las fiestas de otra manera porque para ellos todo es un nuevo descubrimiento.
Esa noche las peques se quedaron conmigo. Aunque estaban cansadas, tenían muchas cosas que preguntar de lo ocurrido durante el día:
¿Por que se sacan en procesión los santos?
¿Por qué todos los pueblos tienen un santo patrón y en otros tienen dos?
¿Por qué tocaban las chácaras y tambores?
¡Ah!!! Y…  ¿quien era ese señor que saludaste por la tarde?
Estaba más cansada que ellas, pero les conté –soñolienta-  que la Virgen de Candelaria lleva en sus brazos a un niño que representa la luz que ilumina al mundo; y,  que las mamas, al llevar a sus niños en brazos, si se fijan en sus pequeños ojos, descubren como lo iluminan todo en el mundo, más pequeño, de la familia...
-Sí chiquitinas, mi mundo lo iluminan ustedes con sus sonrisas.  Ahora… ¡A dormir! Otro día les contare una leyenda que relaciona a nuestras islas Canarias y a la Virgen de Candelaria con lo que está escrito en las estrellas.
-Y...  ¿por qué no la cuentas ahora? -Dijeron.
Como continuaban con sus preguntas, apagué la luz, y, entre risas y más risas, al fin, se quedaron dormidas.

No sé cuando llegue al mundo de mis sueños, pero en ellos estaba ese señor de ojos verdes que me había saludado por la tarde, nunca pude olvidarle…

Texto añadido por Matale

Estoy que no vivo. ¿Qué me pasa? No me puedo escapar de los ojos verdes que me saludaron, acariciadores, la otra tarde. Ni en el sueño de esta noche me los he podido quitar de la cabeza.
Soñé que esos ojos verdes se convertían en un mar de un agua verde que me envolvía y me producía un relax que nunca había sentido. De pronto, ese mar que fluía a mi alrededor, quedó bajo mis pies y miles de plántulas verdes que formaban un mar de hierba cosquillearon mis pies y parte de mis piernas ayudadas por un alisio que jugueteaba con ellas, haciendo que bailaran al son de su silbido que me hizo reír compulsivamente. La hierba empezó a crecer y a rodearme a modo de mil dedos que ascendían y me abrigaban del aire que se tornó fresco. Vestida de esta guisa, me senté en algo mullido, que resultó ser mi cerebro, y dejé que los pies descalzos colgaran hacia una circunvolución del mismo. Desde allí contemplé como mi mente de color verde... (¡También de color verde! Esta jodida me imita en todo) se convertía en mi sombra, una sombra que a veces me resultaba respondona y hacia lo contrario que yo. ¡Se parece tanto a mí...! Para fastidiarme, mi mente me grita: “despierta este sueño no me gusta”. Pues a mí sí, aguafiestas. Me siento en la cama y siento cómo las niñas duermen... ¿qué aventura estarán viviendo? Cuando despierten, les contaré mi sueño. Les gustará. Mientras me sacudo la pereza, pienso que la única forma de desterrar de la cabeza los ojos verdes que adornan a ese desconocido, es averiguar quién es. Así, aunque me encanta el verde, que me sugiere esperanza, fluidez, claridad, pensaré en los otros colores que me brinda este mes estival, que me invita a viajar por tantos sitios, dentro y fuera de mi misma.

¡Ah! otra cosa, mi marido, que duerme plácidamente y al que tanto quiero, sólo tiene un defecto, los ojos marrones. No sé si comprarle unas lentillas de color verde...


Texto añadido por Mercedes Reyes

Entre sueños y pesadillas, ojos verdes y marrones, estoy hecha un lío, estoy tan absorta en mis fantasías que he olvidado que estoy aquí y ahora y la realidad es otra, tengo que poner ya los pies sobre la tierra, pues me tengo que levantar muy temprano para los quehaceres domésticos, pues mi marido hace tiempo se le ocurrió hacer un horno para hacer el pan de leña y aquí estamos los dos trabajando.
Tenemos que madrugar mucho, pero él hace el pan y yo cojo mi furgoneta y hago el reparto, pues los bares y restaurantes esperan con ansiedad el rico pan que mi marido, el de los ojos marrones, amasa y hornea cada día poniendo mucho cariño para que salga bien.
Todo empezó hace algunos años, por hacer nosotros nuestro propio pan, pero fue cogiendo tal importancia y se extendió tanto la fama del buen pan redondo, que empezaron a hacernos encargos, primero los vecinos y más tarde los restaurantes y bares, así empezamos el negocio del horno de pan.
Ha sido tanto el trabajo que hemos tenido que colocar a nuestros hijos en el oficio.
Dado que la panadería tradicional, parecía abocada a desaparecer con tantas franquicias, creamos una marca de calidad que sería La Panadería ecológica, a partir de ahí empezó a crecer cada día más.  Hacemos todo tipo de pan: de semillas, matalahúva, cereales, de leche, bollos, etc. somos la única panadería que usa un horno de leña. En las navidades hacemos el pan de jamón, algunos dulces propios de esas fechas y los vecinos traen sus milanas con rosquetes, galletas de nata, merengues y un sinfín de productos para aprovechar el calor del horno, que después van a vender a la ciudad o lo llevan al mercadillo que tiene por costumbre abrir los fines de semana, así ganan un dinerillo extra dado que la economía está bastante empobrecida, lo que ganan con esta actividad les vele para cubrir algunas necesidades.

 Texto añadido por Luisa Chico

A pesar de que he puesto mi cabeza a pensar en realidades que me abstraigan de ensoñaciones prohibidas, mientras Morfeo intenta abrazarme por fin, los ojos verdes vuelven a tomar protagonismo entre las brumas del sueño, y un pensamiento inquieto ronda por mi mente. Mañana buscaré una excusa para salir sola y volveré a pasar ineludiblemente por la plaza donde suelo verlo sentado a la terraza mientras toma su cerveza y un cigarrillo cuelga indolente en su mano. Sé que no puedo ni quiero evitar verlo de nuevo y quién sabe si hoy me atreveré a indagar algo más sobre él. No hay nada de malo en querer conocer a alguien a pesar de que unos ojos marrones me lo reprochen desde el fondo de mi mente.
Me obligo a dormirme ante el temor de que suene el despertador y me pillé aún despierta, evidentemente la fiesta de hoy me ha desvelado. ¿Seguirán durmiendo las niñas?
¡Vaya, la mañana ha amanecido gris como mis pensamientos! Me debato entre el deber y el deseo, aunque soy consciente de que ganará el segundo. Hoy me permitiré ser mujer antes que esposa o abuela. Una ducha fría, un toque de carmín en los labios, un vestido veraniego y una excusa creíble me llevan a la calle sintiendo que me tiemblan las piernas.
Recorro en un suspiro el tramo que separa el apartamento donde nos estamos quedando de la plaza del pueblo. El bullicio en la calle es ya grande a pesar de la hora, como corresponde a un día de fiesta patronal, las campanas de la iglesia están llamando a misa y yo me resisto al deseo de santiguarme pidiendo perdón anticipado por lo que voy a hacer hoy.
Al acercarme a la terraza veraniega, casi repleta de gente que desayuna plácidamente, lo busco entre los parroquianos sin alcanzar a verle. Quizá hoy ni venga por allí y yo casi que lo agradezco aunque también me siento un tanto decepcionada.
-¡Carmen! Cuánto tiempo… -Mi amiga Piluca cruza la plaza apresuradamente para venir a saludarme, está claro que este mes toda Santa Cruz está en la Gomera.
-Hola Piluca, ¿Qué tal? –Nos damos un par de besos en las mejillas sonriendo.
-Muy bien, aquí de vacaciones y a la fiesta, mis suegros viven en el pueblo.
-¡Ah! No lo sabía, genial entonces, yo estoy con mi familia en los apartamentos de la playa.
-¡Qué bueno…! ¿Nos tomamos un café y nos ponemos al día? ¡Hace tanto que no sé de ti!
-¡Claro! –Me parece que mis ojos han comenzado a brillar, ojalá ni se dé cuenta, cruzamos la acera y entramos en la terraza buscando una mesa libre.

Mientras ella habla y habla (mira que es charlatana mi amiga Piluca) yo no paro de mirar alrededor por si le veo llegar. Por fin mi corazón comienza a latir desaforadamente en mi pecho, se acerca por la acera buscando un asiento en la terraza con la mirada, al ver a Piluca se acerca sonriendo y yo quiero morirme allí mismo…

Texto añadido por Francisco Murcia

-El Señor esté con vosotros.
-Y con tu espíritu.
Era su primera misa, el desposorio con la Iglesia. Se casaba con un destino en el que nunca había pensado. Dejaba de ser Suso, para convertirse en D. Jesús, el párroco del pueblo. Atrás quedaban las juergas, los bailes, las miradas ávidas de muchas chicas enamoradas de sus ojos de un verde oscuro cautivador. La emoción lo embargaba de tal manera que no pudo evitar que sus feligreses notaran cierta torpeza en algunos de los gestos rituales de la celebración. Frente a él, todo el pueblo abarrotaba la pequeña iglesia, incluso algunos seguían la celebración desde la calle a través de las puertas abiertas.
Carmen y su amiga Piluca, cada una de ellas con un bebé en sus brazos, seguían la ceremonia sin perderse un detalle. Ambas recordaban aquel día en la terraza del bar, la decepción de Carmen al ver cómo Suso besaba la mejilla de Piluca con una intensidad que le pareció sospechosa, mientras que a ella apenas le dedicó un ligero roce que ni sintió; recordaba ese momento en el que había estado dispuesta a echar una cana al aire con aquellos ojazos que la cautivaban, aunque tuviera que arrepentirse justo al segundo siguiente. Mientras D. Jesús elevaba el cáliz, Carmen rememoraba sus agostos en el pueblo, la primera vez que lo vio y la forma en que esos ojos la engancharon, sus sueños volando lejos de los ojos marrones de su marido para buscar aquellos ojos verdes en algún recóndito rincón de su cerebro. ¿Por qué sacan en procesión a los santos? , le había preguntado su hija la mayor cuando apenas contaba cuatro añitos. Y ahora tenía delante la que fue la tentación más fuerte que hubiera sentido nunca, aunque nunca hubiera dejado a sus hijitas. Se sentía un poco culpable de aquellos escarceos tan solo con el pensamiento y no podía evitar el bajar un poco la vista cuando contemplaba el rostro de la Virgen de Candelaria en la Basílica.
-¿Y Antonio, tu marido, no lo he visto? Pregunto Piluca.
-Con esto de la celebración hemos tenido que hornear el doble de pan de lo normal y claro, se ha quedado preparándolo todo para cuando termine la misa. El pobre está trabajando como un burro. Ya me dirás, todo el pueblo está invitado al banquete y a Suso, ¡perdón!, a D. Jesús y su familia no les gustaría quedar mal por falta de pan, que aquí no va a venir Dios Nuestro Señor a multiplicarlo.
-No disimules, Carmen, que nos conocemos. Para nosotras siempre será Suso, y en algún momento hemos estado coladas por él. Menos mal que se fue al seminario después de terminar la universidad. Qué cosas, nadie lo esperaba.
Llegó el momento de la Comunión, y ambas amigas se acercaron a recibirla con sus bebés. Por un momento pudieron ver nuevamente esos ojos verdes en los que se adivinaba un fondo de inocencia que nunca lo hubieran imaginado en Suso, pero que ahora, en D. Jesús, se hacía evidente.
D. Jesús fue destinado a una pequeña ermita en una aldea perdida en la jungla camboyana, pues él mismo había pedido ir de misionero.
Carmen siguió haciendo pan con su marido y Piluca regentando la tienda de ultramarinos que su marido había heredado. Ambas, de vez en cuando, quedaban para tomar un cafetito en aquella mesa donde pudieron perderse en la profundidad de unos ojos que no supieron interpretar.


FIN