Relato iniciado por Carlota Sosa
Agosto
se presentaba pletórico de emociones y quería aprovechar cada minuto. Ella sentía
una inmensa atracción por el fuego, quizás porque había nacido en una tierra de
volcanes. Donde quiera que mirara se divisaba la silueta imponente y bella del
Teide. Paseando por su paisaje lunar le conoció. Se fijo en sus ojos, inmensos,
que desprendían chispas de sol sobre el mar azul. El color de sus pupilas resultaba
indefinido, pero le embrujaba, como el fuego, como las llamaradas de una
hoguera que formaban siluetas cambiantes de colores rojos, naranjas amarillos y
azules.
Se
reencontraron en el Parador la noche del 12 de agosto. Jimmy estaba
continuamente viajando y el periódico la mandaba a cubrir la noticia de la
lluvia de estrellas.
Esa
noche de magia, las fogatas de los cielos se reproducían en la montaña sagrada.
Sus cuerpos giraron en espirales inmensas y viajaron más allá de la Vía Láctea
en una unión sin fin.
Agosto
pareció eterno, sin tiempo, y a la vez fue como una pausa entre dos latidos. Jimmy tuvo que volver a viajar…
Texto añadido por Luisa Chico
Era
inevitable, su profesión lo llevaba siempre de acá para allá sin poder
detenerse en ningún lugar por mucho tiempo, ni siquiera entre sus brazos.
Cuando lo conoció, hacía de ellos ya cinco años, en aquella conferencia sobre
la Naturaleza que impartía en el Valle Ucanca, ya supo que ese amor que sentía
crecer en su interior, cada vez que sus ojos se encontraban, tendría una
historia difícil, pero no pudo ni quiso abstraerse a lo que la hacían sentir
aquellos ojos de fuego y… se dejó llevar. No le había pesado, aunque la mayor
parte del tiempo su único contacto era a través del teléfono o de Internet,
aquella historia valía la pena.
Texto añadido por Candelaria González
Texto añadido por Mercedes González
Texto pendiente
Texto añadido por Francisco Murcia
Texto pendiente
Texto añadido por Matale Arozena
Texto pendiente
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