Relato
encadenado de Luisa Chico
Siempre intuyó que agosto era el mes del amor. Quizá porque un caluroso día
de ese mes ella misma había venido al mundo fruto del amor de sus padres.
En agosto fue feliz en su infancia y adolescencia, puesto que era el mes de las fiestas de su pueblo y bajo los farolillos de la plaza el amor pululaba entre el gentío tratando de unir corazones. Ella misma se había enamorado bajo ellos una noche de verbena siendo aún muy joven.
Con los años, cada agosto le traía emociones nuevas, ilusiones nuevas, proyectos nuevos… Seguramente influía que los astros estaban alineados en su signo natal, Leo, pero cada agosto surgían imprevistos que la llevaban de la mano por el sendero de la felicidad, y como no podía ser de otra forma, agosto le trajo de nuevo el amor bajo el tenue brillo la luna en cuarto menguante y los sonidos que anunciaban fiesta.
Cerró los ojos, se armó de valor, tiró la última barrera, planchó su mejor blusa, aquella que tenía un escote pronunciado tan propicio para atraer miradas, y salió a por todas. Al fin y al cabo era… agosto y él la esperaba.
Texto añadido por Carlota Sosa
Las horas de aquel día habían transcurrido lentamente.
Atardecía. El cielo se vestía de colores. Los trazos en naranja eran cada vez más pronunciados, acordes con el rojo pasión de su corazón, que palpitaba con la alegría de un encuentro de amor. Logró calmarse cuando en el horizonte apareció una delgada línea en tonos rosa-violeta que anunciaba que el Sol se apagaba para que la luna y las estrellas se encendieran.
En agosto fue feliz en su infancia y adolescencia, puesto que era el mes de las fiestas de su pueblo y bajo los farolillos de la plaza el amor pululaba entre el gentío tratando de unir corazones. Ella misma se había enamorado bajo ellos una noche de verbena siendo aún muy joven.
Con los años, cada agosto le traía emociones nuevas, ilusiones nuevas, proyectos nuevos… Seguramente influía que los astros estaban alineados en su signo natal, Leo, pero cada agosto surgían imprevistos que la llevaban de la mano por el sendero de la felicidad, y como no podía ser de otra forma, agosto le trajo de nuevo el amor bajo el tenue brillo la luna en cuarto menguante y los sonidos que anunciaban fiesta.
Cerró los ojos, se armó de valor, tiró la última barrera, planchó su mejor blusa, aquella que tenía un escote pronunciado tan propicio para atraer miradas, y salió a por todas. Al fin y al cabo era… agosto y él la esperaba.
Texto añadido por Carlota Sosa
Las horas de aquel día habían transcurrido lentamente.
Atardecía. El cielo se vestía de colores. Los trazos en naranja eran cada vez más pronunciados, acordes con el rojo pasión de su corazón, que palpitaba con la alegría de un encuentro de amor. Logró calmarse cuando en el horizonte apareció una delgada línea en tonos rosa-violeta que anunciaba que el Sol se apagaba para que la luna y las estrellas se encendieran.
Una refrescante y suave brisa movía
las guirnaldas que adornaban las calles del pueblo.
A lo lejos, divisó su silueta. En
ese instante comenzaron a volar
mariposas en la boca de su estómago. A medida que su figura avanzaba, nubes de
mariposas le habitaban. Aun sentía en su
piel el roce calido de sus manos entrelazadas y esa respiración entrecortada
tan cercana a sus labios. En ese preciso
instante, unos vecinos le saludaron.
-Buenas tardes. esta noche el jurado
del concurso de bailes emitirá su veredicto, tú bailaste muy bien y,
probablemente, te darán algún premio.
¡El concurso de bailes! ¡Lo había
olvidado!
Busco, otra vez, la figura amada,
pero no estaba… Sintió su voz, algo lejana.
En el otro extremo de la plaza
charlaba, alegremente, con una chica despampanante. Los dos señalaban una estrella en el cielo.
Venus, que acompañando a la Luna, brillaba en todo su esplendor.
- En mitología Venus es la diosa del Amor.
-le oyó decir-.
Por su cabeza pasaron mil pensamientos por segundo. Volvía sobre sus pasos
cuando él le llamó.
-Ven, por favor, quiero presentarte a Daniela, ha venido a pasar unos días
con la familia…
Texto añadido por Francisco Murcia
Guayi sintió que su corazón se detenía para volver a latir alocado, casi
con violencia; tanto, que comenzó a dolerle, su respiración se aceleró y el
rubor la inundó de tal forma que no quiso volverse inmediatamente. Hizo
intención de seguir como si no hubiera oído bien la llamada de Toni; no quería
que la viera en ese estado de excitación, y menos frente a esa Daniela. Los
hombres son un poco torpes a la hora de entender ciertos signos que a las
mujeres le resultan tan evidentes como si estuvieran leyéndolo en un libro. Y
Daniela es una mujer, y como tal, leerá en ella la pasión que la dominaba por
Toni.
Siempre se habían tratado como amigos, vivían en la misma calle y se
conocían desde pequeñitos. Nunca habían reparado el uno en el otro hasta que
comenzaron a despuntarse en él las primeras pelusillas del bigote, coincidiendo
en ella con los primeros síntomas de unos pechos que comenzaba a anunciarse.
Entonces la miradas dejaron de ser inocentes y comenzaron a cargarse de
mensajes velados que a él, más interesado en el futbol y los amigos, le pasaron
totalmente desapercibidas.
Hasta que llegó el concurso de baile. Entonces Guayi, llevada por un
impulso irresistible, pegó su cuerpo al de él de tal modo que ambos parecían
uno solo, y se movían con tal armonía que parecía que un solo cerebro dirigía
la orquesta que todos esos músculos estaban interpretando. La cadencia de las
notas, la suavidad de sus caderas, la turgencia de unos senos aún inmaduros, la
proximidad de su rostro, el alabastro de ese cuello cuya llamada apenas podía
contener, el perfume que exhalaba ese cuerpo, todo en ella era una llamada
imperiosa al amor. Y Toni, que apenas había dejado al balón para ir a la
universidad, se sintió transportado al paraíso. Y bailó, bailó como no lo había
hecho nunca, sus pies eran alas que lo paseaban por las nubes de su fantasía,
siguiendo las notas de una música que le parecía celestial. Y ella no era otra
persona, era un prolongación de sí mismo que adivinaba cada movimiento, cada
gesto. El lenguaje de sus cuerpos era una melodía que trascendía los límites de
la música. Ambos, navegando en la nube de sus sueños, uno junto al otro,
pegaditos como si de un solo cuerpo se tratara, se olvidaron del concurso, del
baile, de la gente. No bailaron para el pueblo que los observaba, bailaron para
ellos mismos, bailaron poniendo en cada paso un sueño y un deseo: Seré tuya,
prometió ella en su corazón; serás mía, escribió Toni en sus entrañas.
Y ahora estaba ahí esa Daniela. Comenzó a odiarla en el mismo momento en
que la vio junto a Toni, odió ese rostro antes de verlo de cerca y quiso
imaginarlo feo; odió ese cuerpo de escultura griega y deseó que exhalara olor a
muerto. Por fin, respiró hondo, se volvió hacia ellos y lentamente se acercó,
todavía con un rubor que no podía disimular. Al acercarse, todos sus temores se
confirmaron: Daniela era una mujer de las que quitan el hipo a cualquier
hombre; rostro de diosa, melena natural rabiosamente bella, sin necesidad de
peluquerías, cuello perfecto y cuerpo capaz de servir de modelo al mismísimo
Miguel Angel si éste hubiera querido hacerle una compañera a su David.
- Guayi –dijo Toni- te presento a Daniela. Ha venido a pasar estas fiestas.
Es italiana y está con una beca de Erasmus aquí, en La Laguna. Acaba de llegar
y como no conoce todavía a nadie y estamos de fiestas, pues la he invitado para
que conozca a la gente de aquí, nuestras costumbres y se divierta un poco.
- Hola –dijo Guayi con toda la frialdad que le fue posible y mirando
fijamente a Daniela mientras pensaba: Tú
no me los vas a quitar.
- Hola –Contestó Daniela.
Ambas se miraron fijamente, ambas se entendieron. El único que no entendió
nada fue Toni.
Texto añadido por Mercedes Reyes
Texto añadido por Matale Arozena
Texto añadido por Mercedes Reyes
Estuvieron
en las fiestas del Cristo, pasándolo muy
bien, la llevaron al dar un paseo por la isla, visitaron el Teide, recorrieron
la isla de punta a punta.
Daniela
está muy feliz con tanta amabilidad, pero a su vez estaba algo desconcertada
por la actitud de Guayi, pues no entendía porque le hablaba con tanta frialdad
y a su vez era muy amable con ella.
Un
día la invitan a comer a un Guachinche pues ella no sabía lo que era, por más
que le explicaban, le decían que era un lugar para comer y beber el vino de
cosecha propia. Así que sin más se va a la Matanza, llegan a una casa antigua
con un gran patio canario con muchas flores, una terraza con unas mesas con
manteles de hule, y bancos para sentarse, al principio estaba un poco atónita,
pero ya sentados en la mesa va entendiendo lo que los amigos le explicaban.
Rinnng….
Ring….suena el móvil de Toni, se disculpa y se levante de la mesa y se aleja
para contestar la llamada. En este momento Daniela no puede más y le dice a
Guayi –--- he notado un comportamiento extraño hacia mí, se debe a algo? Guayi
tímidamente le dice: es que yo estoy enamorada de Toni de toda la vida y al
llegar tú he pensado que mi esperanza de estar con él se había desvanecido, y
te veía como mi rival.
¡Hay
Guayi….! Puedes estar tranquila, pues yo en Italia tengo mi pareja y un hijo
que tiene ya dos años, y lo de la beca Erasmus me llego algo tarde pero la
quise aprovechar no solo por los estudios, sino por venir a Canarias y ver al
amigo que tanto me ayudo en unos momentos difíciles de vida, pues mi pareja
actual no es el padre de mi hijo, y en aquellos tiempo Toni estaba en Italia,
había ido a estudiar el italiano, y mis padres le habían alquilado el piso
donde él estaba viviendo. Y desde ahí hicimos una buena y verdadera amistad
Verdad
es que intimamos mucho, tanto que yo ya te conocía pues él no paraba de hablar
de una chica que era su amiga desde la niñez y que siempre le había gustado y
que cuando volviera a Canarias se quería comprometer pues la veía como la madre
de sus hijos.
Puedes
estar tranquila, le dice Daniela, pues a mí solo me interesa su amistad, porque
un corazón cuando ya está ocupado por un gran amor difícilmente queda hueco
para otro, y yo prefiero que siga siendo un gran amigo que ser una simple
aventura.
Yo
en cuanto pasen los cuatro meses de la beca estudios, me iré nuevamente a
Italia porque allí tengo mi vida y mi familia que me esperan.
Cuando
regreso Toni, se quede perplejo de como mantenían una conversación tan amena, y
muy distendida.
Texto añadido por Matale Arozena
Todo había
cambiado para ambas, a raíz de esta conversación. Para Guayi, el mundo gris que
le rodeaba se tornó diáfano, alegre y luminoso, como un día de agosto, donde
los rayos solares y el agua se confabulan para darle a la tierra su mejor
vestido. A Daniela, le alegró terminar con la incertidumbre ante la actitud de Guayi
que la tenía desorientada puesto que no veía el motivo que la hacía mirarla con
recelo. Decidieron ir a celebrarlo tomándose algo y seguir hablando de sus
vidas. Marcharon dejando a Toni con tres palmos de narices y preguntándose por
qué las chicas eran tan imprevisibles.
Toni no entendía
esta movida. ¿Se habrían dado cuenta de sus verdaderos sentimientos y se habían
confabulado? Las quiere a las dos como amigas. A Daniela la quiere con un
sentimiento de protección, casi como una hermana, aunque con Guayi tiene una
relación más duradera y más tendente al enamoramiento; le gustaría que fuera la
madre de sus hijos pero cada vez más aflora una nueva orientación de su vida.
¿Será miedo a comprometerse? No, eso no tenía sentido.
Toni decide ir a
buscarlas y más tarde ya rebuscará en las alforjas de sus sentimientos a ver si
aclara este lío que lo convierte en la duda andante.
Texto añadido por Pilar Durán
Funambulistas, con todo ese vacío rodeándonos, soñamos avanzar.
Sueño dorado
manto que precede nuestros días. A
su influjo edificamos, demolemos…
Nuestra fantasía se eleva
al cielo y a veces cae estrepitosamente.
Expectantes, ansiamos
un gesto… que será argamasa
para la ensoñación. Una promesa de
futuro… para construirnos, para construir…
Un lienzo
donde proyectar la vida.
Cuándo nos resistimos al compromiso y dudamos, entonces, sólo entonces, es que se nos ha escapado la juventud, porque para construir como un artista de circo, hay
que ser joven. Creer. Sin miedo.
Tener el valor
de prescindir, a sabiendas de que la soledad acecha, esto es cosa de mayores. De guerreros, sabios en experiencias.
FIN
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