Relato
iniciado por Matale Arozena
Ahora, cuando el tiempo es luminoso, mientras me
abanico y pienso entre resoplidos y sofocos, que este año hace más calor que
nunca, me apetece pasearme por las páginas del calendario (debe ser porque
estoy aburrida). Después de bajar, subir, correr a derecha e izquierda, me
detengo en el mes que tiene nombre de emperador romano, el octavo de doce
hermanos, distintos como los dedos de la mano. ¿Por qué? Porque en sus tiempos,
lejanos y no tan lejanos, las vivencias me imprimieron parte de mi alegría de
vivir. Es un mes transgresor, bohemio, ocurrente, creativo y un poco pícaro.
¡Me encanta! Sus números rojos son casi iguales en contenido que el resto de
sus compañeros de página. Mientras en sus hermanos el tiempo sucede monótono,
rítmico y hasta un poco rutinario, su tiempo es anárquico y te invita a
comportarte de la misma manera.
Me detengo en el número diez y me asomo al
cero... Uf, veo a mi padre en su santo contándonos historias de San Lorenzo y
nosotras bailando alrededor, ¡a quien se le ocurre nacer el día más caluroso
del año! Yo creo que por eso era tan cálido, sobre todo cuando te acariciaba
con sus manos de terciopelo. ¡Pum!
Me alongué demasiado, acariciando
recuerdos, y salí hacia abajo disparada, gracias que el número dos del
veintidós, me trabó por el cinturón, me permitió sentarme en él y columpiarme
un poco, mientras veo a mi hermano que se atrevió a nacer ese día. Cuando todo
el mundo estaba de vacaciones, hizo trabajar a mi madre lo indecible, bueno y a
la partera. Está montando en la bici comunitaria y me parece ver su cabeza con
un rapado creación de mis hermanas mayores que lo pelaron para quedarse con el
dinero que mamá les dio para que lo llevaran al barbero. Un desastre para
todos: él horroroso, mis hermanas castigadas y yo también por consentidora.
Me
bajo del improvisado columpio, y muy despacio me acerco a los tiempos finales,
como no queriendo perder la esencia de este mes que me hace volverme distinta.
No quiero volver a la rutina, a lo establecido... pero la vida me ha hecho
curiosa y ya estoy alargando el cuello para ver qué encuentro de mi vida
anterior y entremezclarlo con lo que escribiré de mi vida en estos renglones de
tiempo.
En este mes de Agosto, tiempo y vida se dan la mano.
Texto añadido por Luisa Chico
Pasea que te pasea he recordado otro día de
agosto, este más cercano, donde la alegría y la amistad se dieron la mano para
hacer feliz a una buena amiga que cumplía años, me aúpo hasta el 17 y me siento
a horcajadas sobre el palito de abajo, el de arriba me protegerá del tórrido
sol que todavía nos acompaña.
¡Qué buenos recuerdos me invaden! La cara de
felicidad de mi amiga ese día será difícil de olvidar. Su sonrisa, casi siempre
presente, se acentuó aún más si cabe ese día entre poemas, canciones, alegría,
regalos y fiesta. Una tarde maravillosa que seguirá marcando los días
especiales de agosto. Espero que la muñeca que le hice le gustase, casi estoy
segura que si porque ella ama el folclore igual que yo.
Me deslizo por el palo que sostiene el 7 y parto
en busca de nuevas vivencias…
Texto añadido por Carlota Felipe
Aterrizo en el ocho. Como no tiene ángulos, me coloco
en el centro. Buen sitio para la calma que se disfruta en vacaciones, alejada
de los vientos huracanados que soplan por el mundo. Ufff... Necesitaba esta pausa entre sus alas redondas:
tierra y cielo, suelo y sol, alma y cuerpo. El espejo y su reflejo…¡Siiii! La dualidad. Pisar firme y, al mismo tiempo, volar….
Gira la rueda de la vida y yo giro el ocho para
danzar con la mía. No lo puedo evitar, me gusta el baile. Bailo y canto a la vida con mi grupo de amigos. Me
gustan las habaneras a las que he puesto letra y poesía…
Pienso en mis queridos hijos que descendieron desde
el infinito a este mundo y a mi corazón, dos células unidas que se dividieron,
hasta tomar forma dentro de
otro circulo sagrado, mi vientre. Vuelvo a mi esencia femenina de madre, esposa, amante….
Me siento tan a gusto en el ocho, que no quiero que
transcurra el mes, pero, dando un giro, saltaré…
Texto añadido por Mercedes Reyes
Y sin dudarlo salté al nueve, como nueve meses
son los que mi madre me tuvo en su vientre hasta el día en que nací.
Nací en el seno de una familia, que aunque no
era rica, si éramos muy felices ocupando el 9º lugar de la prole, la benjamina
de una gran familia. Vivíamos en un pueblo de montaña tan frío que cuando
llegaba el invierno apenas se podía salir de la pequeña casa, la nieve nos
rodeaba, teníamos que tener siempre leña para mantener el fogón permanentemente
encendido.
Pasado el invierno, cuando llegaba la primavera,
todo se veía precioso, el campo se llenaba de bellas flores, los pajarillos
cantaban, el sol brillaba….
Recuerdo aquellos días en los que nos teníamos
que levantar muy temprano para echarles de comer a las cabras, era uno de los
sustentos de la familia, ya que nos daba la leche y con ella mi madre hacia el
queso.
Yo ayudaba a mi madre a echarle de comer a las
gallinas y recoger los huevos, con los que hacia dulces, bizcochones, rosquetes... y un
sinfín de comidas, ella me permitía siempre, que la ayudara.
También cultivábamos verduras, hortalizas y
frutales en aquel enorme huerto, además
de las yerbas medicinales pues mi madre, que era muy sabia, cuando alguno de
nosotros se ponía enfermo nos curaba con brebajes de yerbas.
Al ser yo la más pequeña de una familia numerosa
gozaba de algunos privilegios, como por ejemplo que nunca me llevaban al campo
a ninguna tarea, mi padre decía que como era la más pequeña debía ir a la
escuela, y así lo hice.
Fui a la escuela y aprendí muchas cosas;
aprendí, porque la tierra es redonda, porque el sol gira alrededor de nuestro
planeta, el porqué de las mareas, porque crecen los árboles, por qué florecen
las plantas, la vida marina... ¡tantas cosas apasionantes! que me interese
mucho por biología, tanto es así que mi padre me dijo un día: “¡Hija…!: en esta vida hay que estudiar y
hacer lo que a uno le gusta”. Fui a
la universidad y estudie lo más que me gustaba, que era la biología, descubrí
en ella, mi gran pasión por las ciencias.
Estando en el último año de carrera, conocí a un
muchacho que estaba en mi clase y era muy guapo e inteligente, me gustaba
mucho, casi puedo decir que me enamoré de él, pero tenía un comportamiento algo
extraño, y eso es, lo que en la universidad no se pude aprender.
¡No lo pude aprender porque la actitud del ser
humano no viene escrita en los libros!
Texto añadido por Adela Corujo
Texto añadido por Mercedes González
Pendiente
Texto añadido por Adela Corujo
Qué afortunada me siento en
la universidad. Estoy haciendo bilogía. Me encanta la naturaleza, me siento
parte de ella, estoy tan centrada, que no tengo tiempo.
Pero un día pasó un chico por
mi lado y me percaté de lo guapo era, sus formas no eran las más correctas para
mi. Yo digo siempre que todo tiene un porqué; muchos porqués han sido parte de
mi existencia, así que fui despacio y nos hicimos amigos. Me encantaron sus
porqués. ¡Pobre Jonatan! Su vida, marcada por la tragedia marcada por el amor y
desamor que todos tenemos.
Calma…, todo tiene su tiempo.
Quédate con lo que te enseñó, y te hizo mejor en tu camino, porque en eso de
amar, aunque hay mucho escrito, hay que vivirlo para sentirlo. ¡Ánimo, amigo!,
busca tu equilibrio porque está dentro de ti, es tu luz quien alumbra tu
camino. ¡Te quiero, mi querido amigo!
Nos hicimos inseparables, en
poco tiempo terminamos nuestra carrera y cada uno cogió su rumbo, asumiendo la
responsabilidad que lo que conlleva el tener el timón de nuestras vidas.
Gracias, mis queridísimos padres por creer en mi y ayudarme en mi
carrera. ¡Los amo!Texto añadido por Mercedes González
Pendiente
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